EL ASCENSOR DE BEGOÑA (II). PLANO OBJETIVO.
Y lo que puedo decir de él en un plano objetivo-histórico no se debe tanto a mi estudio de la historia de Bilbao cuanto a mi vinculación al barrio y lo que el ascensor significaba para él. Lo primero, hay que contextualizar un poco a Begoña.
Begoña es ahora un barrio de Bilbao, pegadito a la ciudad (a 500 metros del centro de la ciudad), que está en un alto (unos 100 metros por encima de la ciudad), pero que hasta 1913 era una anteiglesia separada del municipio de Bilbao (a los de Begoña nos gusta llamar a esto 'la república independiente de Begoña)

. Hasta esa época no era más que una colina en la que había cuatro baserris (caseríos) sueltos sin nada urbanizado. Pero la anexionó Bilbao y después se desarrolló como un barrio más (de carácter residencial; conserva zonas con chalecitos y mucha zona verde).
Lo más significativo (además de ser el origen de la ciudad de Bilbao en 1300: los primeros asentamientos de la Villa se establecieron en la ladera que va de Begoña al Casco Viejo) es que posee el edificio eclesiástico más importante de Bilbao (por encima de la catedral de Santiago, que está en el Casco): la conocida como
Basílica de Begoña. La Virgen de Begoña (la 'Amatxu de Begoña' o, simplemente, 'Amatxu', como la conocemos los bilbaínos) es la advocación mariana de la ciudad (cada ciudad tiene su Virgen o da un nombre a la misma; pues la de Bilbao es Begoña). A la Basílica de Begoña se va en romería, en ella se celebran los triunfos del Athletic (pocos últimamente, pero históricamente más) y es el monumento religioso más importante de Bilbao y el más simbólico para todos los bilbaínos (creyentes o no). Es como la 'casa madre' o el hogar de todos los bilbaínos.
En su anexión, la conexión de Begoña con la ciudad de Bilbao solo era posible a través de la escalinata de Mallona, con unos 400 escalones (y en los tiempos viejos los escalones eran de 'trancos' jodidos), o a través de la cuesta-camino que iba en paralelo a esos escalones. Todavía se sigue utilizando habitualmente esta escalinata por muchísimas personas (incluido yo mismo antes, muchísimas veces, especialmente cuando volvía a casa un viernes o sábado de madrugada, quizás hasta algo perjudicado

, pues a esas horas no estaban operativos los ascensores), pues la escalinata da directamente a la basílica y por el otro lado da directamente a la plaza Nueva, el centro del Casco Viejo de Bilbao (lugar, entre otras cosas, del mercadillo filatélico de los domingos, que otrora era importante y ahora no queda casi nada). Incluso, en los días de romería (especialmente el día de la Virgen, en agosto) yo he visto a muchísima gente peregrinar a la basílica haciendo la ascensión de la cuesta-escalinata de rodillas. También ha sido siempre utilizada esa conexión de manera masiva en los días de Fiesta de Bilbao (la llamada Aste Nagusia o Semana Grande), pues las txosnas (los sitios de bebida y conciertos) se instalan en el Arenal-Casco Viejo (justo abajo de las escaleras o también de los ascensores) pero las barracas se instalan justo arriba de las escaleras o los ascensores, en lo que hoy es el parque de Echevarría, en cuyo extremo está el ascensor a Begoña. Vamos, que ese nervio de conexión Begoña-Bilbao era (y sigue siendo) fundamental.
Los de ciudades planas (y Logroño es el paradigma de ciudad-plana, y Madrid, obviamente para mí, también es súperplana) no sabéis lo que supone conectar distintas alturas en las ciudades con ellas. Bilbao es un 'botxo', tiene un valle-centro de la ciudad en torno a la ría, plano, pero este botxo está rodeado de colinas por todas partes, y la expansión de la ciudad después de ese centro 'se alza' como es el caso de su ascenso a Begoña. En realidad, hasta la fecha de construcción de los ascensores de Begoña (1943-1949) tampoco es que se necesitase mucho estos, pues Begoña como tal seguía siendo la basílica y una zona de chalecitos: la expansión residencial y la construcción de viviendas es más de los años 60-70 del pasado siglo. Lo que ocurre es que en los años 40, en Begoña, en zona desolada, sin viviendas, se alzaba una fábrica fundamental: la
fábrica de Echevarría, con cientos o miles de trabajadores. (En los grandes años de la industrialización de Bilbao: 1955-1975, pero también antes, las grandes fábricas como los Altos Hornos, la Babcock, la fábrica de Echevarría y otras más podían dar trabajo con normalidad a 10 000 - 20 000 trabajadores (los Altos Hornos, contando empleos directos e indirectos, muchos más)). Yo creo (esto no lo sé seguro, pero me lo imagino) que la propuesta de los 'ascensores a Begoña' estaba más destinada a satisfacer el transporte de estos trabajadores a la fábrica de Echevarría que por cualquier otro motivo. La fábrica de Echevarría funcionó hasta los años 70 (no sé si llegó hasta principios de los 80) y, por suerte, luego la desindustrialización de esa época la mató. Y aquí digo 'por suerte' porque, aparte de la crisis económica que supuso la desindustrialización de los 80, lo de Echevarría era de escándalo: en esa época ya, se habían impulsado una serie de barrios obreros al lado de Begoña (Uríbarri, Zurbaran por un lado, Santutxu y hasta Otxarkoaga, por el otro) y Begoña se había desarrollado con viviendas que rodeaban la fábrica, y esta era un monstruo de enormes chimeneas, que echaban constantemente una masa de humo y hollín negro y convertían el aire en irrespirable.
Un inciso: mis recuerdos del Bilbao de mi niñez y adolescencia, los años 60 (finales), 70 y 80, viviendo a 100 metros de esa fábrica, son los de un Bilbao negro, llenas de hollín las casas, de aire irrespirable, en donde llovía a mares 300 días al año; súmese a esto 100 muertos al año de ETA, miles de muertos al año por droga (muchos compañeros míos de colegio y amigos del barrio cayeron; Bilbao era una de las peores ciudades de España con este problema) y una desindustrialización brutal con un paro infinito (que afectó a mi propio padre en el 87) y se entenderá por qué los bilbaínos estamos tan orgullosos de una reconstrucción de la ciudad como la que se ha producido después, teniendo hoy una de las ciudades más limpias y verdes del país; unos nuevos edificios referentes de la arquitectura mundial (no solo el Guggy); todas las casas y fachadas limpísimas; ya no hay ETA; apenas hay droga (desde luego que ahora no somos referentes en este problema); con una tasa de paro de las más bajas de España y en la que, en los últimos años, casi no llueve (desde luego no como antes; será por el cambio climático).
Como ejemplo de esta reconstrucción baste decir que donde antes estaba la ominosa, negra y tóxica fábrica de Echevarría hoy se alza un enooooorme espacio verde conocido como parque de Echevarría, un auténtico pulmón de la ciudad, lleno de zonas de esparcimiento, donde pasean los jubilados, juegan las madres con los niños... y en cuyo centro se mantiene, eso sí, como homenaje al pasado industrial de ese espacio, una enorme chimenea de ladrillo de decenas de metros de altura de la antigua fábrica, que ahora es solo un icono de la zona.
Volviendo al
'ascensor de Begoña', los ascensores están situados en un extremo de ese parque y conectan ese parque y la zona de Begoña con el Arenal, la plaza Nueva y el Casco Viejo (o las Siete Calles) de la ciudad: lo que es el centro histórico y vital de la Villa. Los 'ascensores a Begoña' comenzaron a proyectarse en 1943 y su construcción se terminó en 1949. La construcción se atribuye al arquitecto Rafael Fontán, pero el verdadero padre de los mismos (tanto de los ascensores de Begoña como los de Solokoetxe, de estilo similar, y que conectan el Casco Viejo en otro extremo por abajo con el barrio de Santutxu-zona de Solokoetxe por arriba) es el arquitecto
Emiliano Amann Amann, uno de los más importantes arquitectos y urbanistas de Bilbao, autor entre otros muchos edificios de mi querida (en ella estudié yo) Universidad de Deusto (él creó el primer edificio; el de 'la Comercial'), o (esto te interesará Carlos

, aunque me imagino que ya lo sabrás) el puerto marítimo del Abra-Las Arenas o el simbólico edificio de la Sociedad Bilbaína (hoy Monumento con categoría de Bien Cultural), además de diversos hospitales, escuelas o viviendas sociales que hoy son todos edificios emblemáticos de la ciudad.
Los ascensores de Begoña (eran dos, uno al lado del otro) funcionaron con normalidad desde 1949 y con enorme tráfico de personas (había horas en que eran enormes las colas de espera, sobre todo en los años 70 y 80; hay que tener en cuenta que aunque el trayecto no duraba más que un minuto, en cada viaje, cada ascensor no admitía más que a +/- 15 personas). Pero a partir de 1996, con la construcción del metro de Bilbao, los ascensores de Begoña comenzaron a decaer porque la parada de metro del Casco Viejo estaba al lado justo de los ascensores y el metro creó un ascensor para subir a Begoña en esa estación. Así, la gente que iba a Begoña desde otra parte de la ciudad, cogía el metro y luego subía en el ascensor del metro a Begoña. Pero yo que normalmente cogía el ascensor para subir y bajar al Casco no entendía ese trasvase de usuarios, pues si solo querías subir en el ascensor y cogías el del metro tenías que pagar una entrada de metro que era 3 o 4 veces más cara que la tarifa del ascensor que era muy económica. Entre el 2000 y el 2010, que yo utilizaba muchísimo el ascensor, el de Begoña costaba 25 céntimos y un tique de metro igual era un euro. Esto (la progresiva falta de usuarios y de rendimiento de los ascensores de Begoña) llevó a que sobre 2014 o 2015, los ascensores de Begoña cerraron. Los vecinos de Begoña han protestado mucho por ello y ello ha llevado a que el Ayuntamiento se replantee ponerlos de nuevo en funcionamiento, como servicio social, asumiendo posibles pérdidas, aunque se oye hablar del tema pero nunca se ve nada claro, si bien es verdad que ahora ya no estoy yo allí y ya no me entero de cómo están las cosas.
Para terminar, diría que el ascensor de Begoña de Amann, como obra arquitectónica, siendo aparentemente simple, es considerada un hito de la arquitectura bilbaína (por la dificultad orográfica que tuvo que vencer) y una de las obras arquitectónicas más simbólicas, emblemáticas e icónicas de la ciudad y de su autor. La pasarela de su parte superior, esa que Carlos ha dibujado desde distintos ángulos, con su letrero publicitario de la Bilbao Bizkaia Kutxa, es absolutamente reconocible por cualquier bilbaíno y visible además desde distintos ángulos de la ciudad. Por otra parte, desde ella se tienen las que serán, sin duda, las mejores vistas de la Villa; desde una cierta altura se ven todos los tejados de las casas y edificios del Casco Viejo y todo el resto de la ciudad al fondo con la ría como eje central. La mejor foto de Bilbao se saca desde esa pasarela.
Lo que no sabía yo, Carlos, era que tenías amigos tan importantes

(bueno, sí lo sé, y yo también conozco a algunos de ellos; pero no sabía que tenías también a un Amann entre ellos). Me imagino que tu amigo es Juan Amann (psiquiatra, ¿no?), nieto de Emiliano Amann Amann e hijo de Emiliano Amann Puente, que también fue arquitecto. La familia Amann ha sido siempre una de las grandes familias notables de la Villa desde finales del siglo XIX, uno de los apellidos más importantes de la ciudad, con muchos miembros dedicados a la alta arquitectura y otros han sido grandes empresarios, de la alta burguesía de Neguri, han tenido responsabilidades políticas o municipales, han sido miembros notables de Eusko Ikaskuntza, etc., etc. Vamos, que están en la gran historia de la Villa de los siglos XIX y XX. Yo, que he estudiado e impartido Historia de Bilbao de los siglos XIX y XX tengo al apellido Amann (de origen alemán) a la misma altura que los Sota, Aznar, Ibarra, etc.
"No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, tan sólo si marchamos por el mismo camino" (Goethe)