Aunque el título parece explícito puedo ampliar un poco, si bien telegráficamente y así no os canso tanto
1 - Llevo una conferencia de cuatro horas repartida en dos días a una ciudad a la que cuando arribo hay una temperatura ambiente de entre 32-35 grados a la sombra. Aún hay aroma de azahar.
2 - Miércoles. primer día: dos horas y 40 minutos de charla ininterrumpida. Al final asistentes extenuados pero aún con ánimos de sonreirme al despedirse.
3 - Jueves, segundo día: con sorpresa me percato que no falta nadie. Pero, por precaución, acelero y termino en 2 horas menos cinco minutos. Sonrisas, parabienes, palmaditas cordiales y con exquisita muestra de educación nadie quiere ser el primero en largarse. Al parecer han decidido no echarme al río. Algunos de los asistentes nos invitan a una bebida (pido agua con gas, mi esposa un cafelito) en la cafetería de enfrente porque sospechan que estoy deshidratado por la pérdida de líquidos y sales después de tanto hablar. E incluso alguien se atreve a cenar conmigo y mi esposa. A escote, claro, porque en el almuerzo del mediodía, uno ha pechado con la factura del mesón en donde yantamos unos cuantos. Aceptar más invitaciones ya me parecía un descarado abuso.
4 - Comida, bebida, trato, amigos: SENSACIONALES.
Conclusión que justifica estas líneas: Sevilla es una maravilla y sus gentes están a la altura como he podido percibir al dejarme marchar sano y salvo después de la paliza que estoicamente han soportado de mí.



.