Supongo que con Parker coincidimos en los gustos.
Charlie Parker (Kansas City, 29 de agosto de 1920 - Nueva York, 12 de marzo de 1955) no es sólo uno de los mejores saxos altos de la historia de música, su personalidad es ya casi un prototipo del genio llevado a la autodestrucción por su propia biografía y sus fantasmas personales.
El jazz le debe el ser el creador (junto a Bud Powell y Dizzy Gillespie) del bebop, un estilo que vino romper con el swing a base de una estructura basada en la improvisación sobre una misma melodía a la que se van variando los acordes. Ese descubrimiento llevaría al jazz por caminos más libres y abriría las puertas a estilos posteriores.
Adicto a la heroína desde la adolescencia vivió siempre en una situación en la que el dinero pasaba por sus manos pero nunca se quedaba mucho tiempo. Nada de este mundo parecía tener sentido para “Bird” que vivía en un mundo aparte al que el resto de los mortales no podía tener acceso.
Se cuentan innumerables anécdotas. Desde la noche en que interrumpió un solo magnífico y abandonó el escenario derramando lágrimas y repitiendo para sí mismo “Esto lo estoy tocando mañana...” hasta la noche en que al acudir a un concierto olvidó el saxo en un asiento del metro (la mayoría de los instrumentos que pasaron por sus manos terminaron de la misma manera). El tocar la primera parte del concierto con un saxo barato comprado en una juguetería y la segunda parte con un instrumento prestado no impidió que la grabación de aquel concierto en el Massey Hall, en 1953 y junto a Dizzy Gillespie, Bud Powell, Max Roach y Charles Mingus sea una de las mejores grabaciones en directo de la historia del Jazz.
En 1954, con la muerte de una hija por carecer de dinero para una adecuada atención de una neumonía, protagonizó dos intentos de suicidio, y finalmente, murió en marzo de 1955 a los 34 años como consecuencia de un colapso cardiocirculatorio.
La biografía de Parker ha motivado excelentes creaciones dentro de la litaratura y el cine. Baste recordar “El perseguidor”, relato del argentino Julio Cortázar o la película “Bird” dirigida por Clint Eastwood en 1988.
Los gatos, el blues, el jazz... y otras muchas cosas.