Los viejos filatélicos que conocimos
- Torreana
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Los viejos filatélicos que conocimos
Cada año que pasa, se hace más dificil proponer un tema del que no se haya hablado en este foro, aunque sea tangencialmente. Pero posteando con una compañero del Agora, hoy ha surgido un asunto que creo que merece la pena tratar.
Todos estamos aquí, en esta afición por alguien y la mayoría de nosotros ya pintamos canas (los que tienen suerte, porque yo, lo que se dice pintar, lo que pinto es una frente cada vez más amplia) y llevamos la mayor parte de nuestras vidas, rejuntando papelitos de colores, en una especie de recreación subjetiva y personal de la sensacional película "Una mente marvillosa".
Durante todos estos largos años, tal vez 40, 50 ó 60 (a lo mejor, sólo 10), hemos conocido todo tipo de personajes, de los que tal vez no hayamos aprendido nada, o tal vez mucho, pero de los que sí tengamos un recuerdo, por sus manías, su forma de ser o coleccionar, sus historias, lo que nos dijeron, lo que no nos dijeron y lo que vimos de ellos. Tal vez, nos regalaron un sello o una carta, o tal vez nos engañaron en un cambalache.
Estas personas o personajes, quizá hayan desapercido ya, pero, dejaron entre nosotros un recuerdo que merece la pena dejar escrito porque no sería raro, que de ellas solo quede lo que nosotros, sus herederos morales, escribamos aquí. A su vez, es también posible que aquello que nos dejaron estos viejos roqueros, derive de algo que aprendieron de otros anteriores a ellos y que como en las herencias a beneficio de inventario, solo haya llegado a nosotros el tenue aroma del viejo colecionismo filatélico desaparecido.
Propongo este hilo para recordar aquello que todavía no hayamos olvidado de estos personajes de la Filatelia, y para comenzar, propongo 2 auténticamente "galdosianos".
Hasta el año 2002-3 aproximadamente había en la Lonja de Valencia un comerciante muy conocido, que todos los domingos venía el pobre de muy lejos, para lo que debía levantarse a las 5 de la madrugada a sus 70 años. Fue el último comerciante que trajo cosas de cierto interés a ese mercadillo, cuando todavía se celebraba en el interior del monumento de la Unesco. Una vez, lo ví en una subasta de Barcelona ya desaparecida, pujando por una carta que él mismo había aportado para subastar, y como estaba abiertamente enfadado, comprendí que no estaba precisamente hinchando su valor. Al final, la consiguió, rojo de ira. Le pregunté porqué la había entonces aportado para subastar. Resulta que aunque se trataba de una carta del medallón al extranjero con matasellos de Tranvías de Barcelona (y, por tanto, salía con un precio relativamente elevado), era de 15 de enero de 1922, primer día del cambio tarifario que tuvo lugar entonces, y que por ello su valor era muchísimo más alto del de salida, que la casa de subastas no se había percatado, ni reseñado. Tuvo que pagar el recargo por comisión y gastos, por algo que ya era suyo y que en la puja, su precio se había disparado, pero no lo suficiente como para responder al verdadero valor que según él tenía la pieza.
Recuerdo otro señor muy humilde y seguramente ya entonces jubilado, que "hacía" de portero en un viejo edifico del centro de Valencia. Resulta que durante los años 70' se había gastado sus ahorros en comprar en Correos centenares de pliegos de sellos, como modo de inversión para su vejez y que en los años 2002-2003, iban a perder su valor de franqueo, a parte de que como filatelia, no tenían ninguna prespectiva de revalorización. Hacía lo siguiente. Como era una zona muy comercial y de despachos, se dedicaba a recoger la correspondencia ordinaria de los negocios y oficinas del barrio, la franqueaba con sus sellos (una vez, le ví un paquete literalmente envuelto en sellos de 15 c. de la básica de Franco) y los llevaba a Correos, por un módico recargo a la empresa cliente. El cuartito de la portería era una auténtica estafeta postal. Además, los domingos iba a la Plaza Redonda (que es un mercadillo de souvenirs, cromos y animalitos) y vendía por curenta duros unas tarjetitas, que confeccionaba él durante la semana, con la colección completa del Pan Sur de Valencia a turistas y curiosos (que naturalmente, no coleccionaban sellos). El trajín que llevaba este señor en la portería era impresionante.
Estas dos anécdotas que he unido en un mismo mensaje tienen en común una moraleja que no me había percatado hasta que las he repasado. Se trata de personas que pese a su ancianidad, lucharon encarnizadamente por superar errores propios. No es ésta la finalidad de mi propuesta, pero tal vez sí sea la razón de que mi memoria todavía las retenga.
Todos estamos aquí, en esta afición por alguien y la mayoría de nosotros ya pintamos canas (los que tienen suerte, porque yo, lo que se dice pintar, lo que pinto es una frente cada vez más amplia) y llevamos la mayor parte de nuestras vidas, rejuntando papelitos de colores, en una especie de recreación subjetiva y personal de la sensacional película "Una mente marvillosa".
Durante todos estos largos años, tal vez 40, 50 ó 60 (a lo mejor, sólo 10), hemos conocido todo tipo de personajes, de los que tal vez no hayamos aprendido nada, o tal vez mucho, pero de los que sí tengamos un recuerdo, por sus manías, su forma de ser o coleccionar, sus historias, lo que nos dijeron, lo que no nos dijeron y lo que vimos de ellos. Tal vez, nos regalaron un sello o una carta, o tal vez nos engañaron en un cambalache.
Estas personas o personajes, quizá hayan desapercido ya, pero, dejaron entre nosotros un recuerdo que merece la pena dejar escrito porque no sería raro, que de ellas solo quede lo que nosotros, sus herederos morales, escribamos aquí. A su vez, es también posible que aquello que nos dejaron estos viejos roqueros, derive de algo que aprendieron de otros anteriores a ellos y que como en las herencias a beneficio de inventario, solo haya llegado a nosotros el tenue aroma del viejo colecionismo filatélico desaparecido.
Propongo este hilo para recordar aquello que todavía no hayamos olvidado de estos personajes de la Filatelia, y para comenzar, propongo 2 auténticamente "galdosianos".
Hasta el año 2002-3 aproximadamente había en la Lonja de Valencia un comerciante muy conocido, que todos los domingos venía el pobre de muy lejos, para lo que debía levantarse a las 5 de la madrugada a sus 70 años. Fue el último comerciante que trajo cosas de cierto interés a ese mercadillo, cuando todavía se celebraba en el interior del monumento de la Unesco. Una vez, lo ví en una subasta de Barcelona ya desaparecida, pujando por una carta que él mismo había aportado para subastar, y como estaba abiertamente enfadado, comprendí que no estaba precisamente hinchando su valor. Al final, la consiguió, rojo de ira. Le pregunté porqué la había entonces aportado para subastar. Resulta que aunque se trataba de una carta del medallón al extranjero con matasellos de Tranvías de Barcelona (y, por tanto, salía con un precio relativamente elevado), era de 15 de enero de 1922, primer día del cambio tarifario que tuvo lugar entonces, y que por ello su valor era muchísimo más alto del de salida, que la casa de subastas no se había percatado, ni reseñado. Tuvo que pagar el recargo por comisión y gastos, por algo que ya era suyo y que en la puja, su precio se había disparado, pero no lo suficiente como para responder al verdadero valor que según él tenía la pieza.
Recuerdo otro señor muy humilde y seguramente ya entonces jubilado, que "hacía" de portero en un viejo edifico del centro de Valencia. Resulta que durante los años 70' se había gastado sus ahorros en comprar en Correos centenares de pliegos de sellos, como modo de inversión para su vejez y que en los años 2002-2003, iban a perder su valor de franqueo, a parte de que como filatelia, no tenían ninguna prespectiva de revalorización. Hacía lo siguiente. Como era una zona muy comercial y de despachos, se dedicaba a recoger la correspondencia ordinaria de los negocios y oficinas del barrio, la franqueaba con sus sellos (una vez, le ví un paquete literalmente envuelto en sellos de 15 c. de la básica de Franco) y los llevaba a Correos, por un módico recargo a la empresa cliente. El cuartito de la portería era una auténtica estafeta postal. Además, los domingos iba a la Plaza Redonda (que es un mercadillo de souvenirs, cromos y animalitos) y vendía por curenta duros unas tarjetitas, que confeccionaba él durante la semana, con la colección completa del Pan Sur de Valencia a turistas y curiosos (que naturalmente, no coleccionaban sellos). El trajín que llevaba este señor en la portería era impresionante.
Estas dos anécdotas que he unido en un mismo mensaje tienen en común una moraleja que no me había percatado hasta que las he repasado. Se trata de personas que pese a su ancianidad, lucharon encarnizadamente por superar errores propios. No es ésta la finalidad de mi propuesta, pero tal vez sí sea la razón de que mi memoria todavía las retenga.
Cadete 15 c. violeta, con fecha.
- Jose
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- Registrado: 31 Dic 2004, 18:13
Re: Los viejos filatélicos que conocimos
Ese viejo comerciante de La Lonja no seria por casualidad el sr. Pedro Bello? Que venia de Petrer, muchas veces con su mujer?.
Que buenos recuerdos me traen sus conversaciones tan aleccionadoras!!
Tengo su telefono y ya hace tiempo que no hablo con él, voy a aprovechar para hacerlo.
Gracias Serafín.
Que buenos recuerdos me traen sus conversaciones tan aleccionadoras!!
Tengo su telefono y ya hace tiempo que no hablo con él, voy a aprovechar para hacerlo.
Gracias Serafín.
- Argus 2
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Re: Los viejos filatélicos que conocimos
Muy interesantes recuerdos amigo Serafín...
Francesc @ ------------
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¿Qué hace CORREOS por la Filatelia? NADA, su objetivo: ganar dinero..
Medalla de Plata al Mérito Filatélico hace más de 30 años.. por error evidentemente. Ni fui a recogerla.
Okupa solitario del Limbo Filatélico .. arriba, donde la Felicidad ..
Medalla de Plata al Mérito Filatélico hace más de 30 años.. por error evidentemente. Ni fui a recogerla.
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- Registrado: 02 Dic 2013, 20:13
Re: Los viejos filatélicos que conocimos
Hola a todos.
Yo fui quien posteé con Serafín y me alegro que gracias a ello surgiera este hilo tan interesante y sobre todo bonito para recordar a personas que nos marcaron en a filatelia y a las que cuanto menos debemos unas lineas...
En mi caso -todavía no peino canas
-pero quería recordar a un filatélico de Lisboa el Sr. Barata das Neves, un Señor muy mayor y poseedor de esa amabilidad que para mi sólo los portugueses son capaces.
Como curiosidad estaba en un piso cerca del Chiado, en una calle que desembocaba en el Museo Arqueológico do Carmo y siempre siempre que iba estaba en una terraza que tenía dando de comer a las palomas -que en Portugal no se por que son mayoritariamente blancas-
La primera vez que fui se sorprendió un poco de que un chaval buscase cartas españolas antiguas, pero busco para encontarme algunas cosas y recuerdo que tuve que regatear al alza con él para que me subiera los precios.
Luego siempre que iba a Lisboa (tenía un stock muy grande) me tenía guardadas muchas cosas y me mandaba que pusiera los precios, muchas cosas me las quería regalar y una vez me dió un catálogo -tengo que busarlo- de sellos locales de la guerra civil española en portugués y que creo que fue editado por él.
La última vez que fui ya no respondía a la llamada y ahora en su piso -lo vi cuando fui en septiembre a Lisboa- hay una oficina de algo.
Perdón por la parrafada, pero quiero recordarlo, porque me marcó mucho y me animó a seguir con esto.
Un saludo a todos
Yo fui quien posteé con Serafín y me alegro que gracias a ello surgiera este hilo tan interesante y sobre todo bonito para recordar a personas que nos marcaron en a filatelia y a las que cuanto menos debemos unas lineas...
En mi caso -todavía no peino canas

Como curiosidad estaba en un piso cerca del Chiado, en una calle que desembocaba en el Museo Arqueológico do Carmo y siempre siempre que iba estaba en una terraza que tenía dando de comer a las palomas -que en Portugal no se por que son mayoritariamente blancas-
La primera vez que fui se sorprendió un poco de que un chaval buscase cartas españolas antiguas, pero busco para encontarme algunas cosas y recuerdo que tuve que regatear al alza con él para que me subiera los precios.
Luego siempre que iba a Lisboa (tenía un stock muy grande) me tenía guardadas muchas cosas y me mandaba que pusiera los precios, muchas cosas me las quería regalar y una vez me dió un catálogo -tengo que busarlo- de sellos locales de la guerra civil española en portugués y que creo que fue editado por él.
La última vez que fui ya no respondía a la llamada y ahora en su piso -lo vi cuando fui en septiembre a Lisboa- hay una oficina de algo.
Perdón por la parrafada, pero quiero recordarlo, porque me marcó mucho y me animó a seguir con esto.
Un saludo a todos
-
- Mensajes: 580
- Registrado: 21 May 2008, 15:36
- Ubicación: Guarnizo (Cantabria)
Re: Los viejos filatélicos que conocimos
Yo quisiera recordar al difunto Arsenio Cabria. Este hombre que falleció, muy jóven (debía andar por los 65, 70 máximo) para lo que debería de ser hoy en día y fué en su momento presidente de la Federación Filatélica de Cantabria durante muchos aós. Yo lo conocí desde muy pequeño, allá por finales de los años 70, en la Plaza Porticada de Santander. Él bajaba todos los domingos (y fiestas de guardar o no) con un carro de la compra lleno de clasificadores que desplegaba por las escaleras de la oficina principal e Caja Cantabria. Además, en sobres de correo o de plástico almacenaba sobres circulados, o no, con matasellos conmemorativos (que él solicitaba previamente) o no, franqueos mecánicos, alguna vez algo de prefilatelia etc. que ponía a la venta.
Allí llegaba yo todas las mañana con mi paga a comprar los sellos que me parecían más bonitos pues no tenía a mis 6 años (cuando empecé) otro criterio y rebuscaba en los clasificadores (cada sello tenía escrito por detras, a lápiz, muy liviano su precio). Aún recuerdo mi primera caja llena de sellos que compré por 100 pesetas (entonces probablemente el capital de la semana) llena de sellos circulados de España (en su mayoría decenas de veces repetidos). Me recuerdo que a él le compré mis primeras cartas de prefilatelia más de 10 años después a precios que hoy nos harían sonrojar al ver a dónde han llegado los precios. Él era quien me enseñó qué y cómo eran los sellos, qué era un franquéo mecánico (que él vendía a 10 pesetas) que en aquel momento, igual que a las franquicias, no las hice ningún caso y ahora tanto me arrepiento, quien me proporcionó los sobres y matasellos conmemorativos de Cantabria que en aquel momento me parecían lo más de lo más y la mejor colección a la que se podía aspirar. Años después me pedía que le ayudara a dibujar los motivos para los sobres y los matasellos conmemorativos que solicitaban las distintas agrupaciones filatélicas (incluso, con todo el cariño del mundo y con la oposición de su mujer que no tenía nada que ver con él en el carácter ni en el sentimiento, me dejó ilustrar alguno en cántabro...). Siempre con su carrito de la compra y su bondad, y su paciencia. Tenía un carácter maravilloso pero cuando se enfadaba... se le pasaba demasiado rápido.
Mucha gente le criticó el presunto individualismo con el que llevó adelante la Federación Filatélica de Cantabria, pero es que hoy en día miro alrededor, en asociaciones y federaciones y cada vez estoy más convencido que en los lugares pequeños dichas asociaciones y federaciones salen adelante por el trabajo único de un quijote acompañado de su Sancho Panza particular (o a veces dos). Yo sólo sé que mientras él vivió, todos los años solicitaban 3 o 4 matasellos (eso en Cantabria...) los cuales se encargaba de pedir ayudas, solicitarlos, encargar los sobres, localizar los sellos que mejor fueran con el tema, venderlos, etc. Y todo ello siendo criticado por aquellos que solamente acudían el domingo a comprarle el sobre de turno.
Siempre me acordaré mientras viva y mientras exista un sello de essta persona que tanto hizo por la filatelia en Cantabria y que me ayudó a descubrir un mundo que aún hoy me apasiona. En la propia pPlaza Porticada conoció a la que ahora es mi mujer cuando bajábamos los domingos (ella a acompañarme) y lo que me apena es que no haya podido conocer a mi hija, que ahora cuenta la edad con la que yo comencé. A buen seguro la hubiera aficionado mejor que yo a nuestros sellos. Allí donde estés, Arsenio, muchas gracias ydescansa en paz.
Allí llegaba yo todas las mañana con mi paga a comprar los sellos que me parecían más bonitos pues no tenía a mis 6 años (cuando empecé) otro criterio y rebuscaba en los clasificadores (cada sello tenía escrito por detras, a lápiz, muy liviano su precio). Aún recuerdo mi primera caja llena de sellos que compré por 100 pesetas (entonces probablemente el capital de la semana) llena de sellos circulados de España (en su mayoría decenas de veces repetidos). Me recuerdo que a él le compré mis primeras cartas de prefilatelia más de 10 años después a precios que hoy nos harían sonrojar al ver a dónde han llegado los precios. Él era quien me enseñó qué y cómo eran los sellos, qué era un franquéo mecánico (que él vendía a 10 pesetas) que en aquel momento, igual que a las franquicias, no las hice ningún caso y ahora tanto me arrepiento, quien me proporcionó los sobres y matasellos conmemorativos de Cantabria que en aquel momento me parecían lo más de lo más y la mejor colección a la que se podía aspirar. Años después me pedía que le ayudara a dibujar los motivos para los sobres y los matasellos conmemorativos que solicitaban las distintas agrupaciones filatélicas (incluso, con todo el cariño del mundo y con la oposición de su mujer que no tenía nada que ver con él en el carácter ni en el sentimiento, me dejó ilustrar alguno en cántabro...). Siempre con su carrito de la compra y su bondad, y su paciencia. Tenía un carácter maravilloso pero cuando se enfadaba... se le pasaba demasiado rápido.
Mucha gente le criticó el presunto individualismo con el que llevó adelante la Federación Filatélica de Cantabria, pero es que hoy en día miro alrededor, en asociaciones y federaciones y cada vez estoy más convencido que en los lugares pequeños dichas asociaciones y federaciones salen adelante por el trabajo único de un quijote acompañado de su Sancho Panza particular (o a veces dos). Yo sólo sé que mientras él vivió, todos los años solicitaban 3 o 4 matasellos (eso en Cantabria...) los cuales se encargaba de pedir ayudas, solicitarlos, encargar los sobres, localizar los sellos que mejor fueran con el tema, venderlos, etc. Y todo ello siendo criticado por aquellos que solamente acudían el domingo a comprarle el sobre de turno.
Siempre me acordaré mientras viva y mientras exista un sello de essta persona que tanto hizo por la filatelia en Cantabria y que me ayudó a descubrir un mundo que aún hoy me apasiona. En la propia pPlaza Porticada conoció a la que ahora es mi mujer cuando bajábamos los domingos (ella a acompañarme) y lo que me apena es que no haya podido conocer a mi hija, que ahora cuenta la edad con la que yo comencé. A buen seguro la hubiera aficionado mejor que yo a nuestros sellos. Allí donde estés, Arsenio, muchas gracias ydescansa en paz.
- Torreana
- Mensajes: 1510
- Registrado: 09 Abr 2003, 19:25
- Ubicación: Valencia
Re: Los viejos filatélicos que conocimos
Jose, sí era Pedro Bello, aunque mi intención era no decir nombres, sobre todo respecto de este señor, muy conocido por varios miembros de ese foro, y no solo alicantinos o valencianos. De él sé que está muy bien a sus 80 y pico años, por su hijo, que se llama igual que él, y con el que causalmente contacté en una compra por internet.
De Pedro, también recuerdo que un día pasé por Petrel (O Petrer, ese curioso pueblo que linda con Elda por una calle; en aquél se habla valenciano y en ésta castellano) y Pedro me invitó a un restaurante en medio del secarral de la sierra adyacente al pueblo y comimos el típico arroz con caracoles, un plato sencillo, cocinado y servido en una especie de vieja olla rectangular de aluminio, en la que sólo hay éso, arroz y caracoles -en El Pinoso, cerca, lo hacen añadiendo conejo-, pero qué caracoles, estaba inmenso. Y me acuerdo mucho de aquel día porque resulta que me dí cuenta de que sólo había 11 caracoles en la olla, en lugar de 12, que Pedro decía que debía tener un arroz para dos. Se lo comenté ignorando la bronca que se iba a desencadenar a continuación, y que culminó con el dueño sirviéndonos dos caracoles de más, uno por compensar el error y otro por que saliéramos contentos. Además, éramos dos comensales. Cuando todo acabó, le mostré mi extrañeza por el asunto y me dijo que es que esos caracoles no eran normales, sino tremendamente caros. ¿Porqué sinó, el arroz iba a estar tan suculento y el restaurante abarrotado, todos comiendo lo mismo? Uno es mucho. El caso es que en una esquina de la rectangular olla de aluminio apareció el 12avo caracol que faltó en el primer recuento.
De Pedro, también recuerdo que un día pasé por Petrel (O Petrer, ese curioso pueblo que linda con Elda por una calle; en aquél se habla valenciano y en ésta castellano) y Pedro me invitó a un restaurante en medio del secarral de la sierra adyacente al pueblo y comimos el típico arroz con caracoles, un plato sencillo, cocinado y servido en una especie de vieja olla rectangular de aluminio, en la que sólo hay éso, arroz y caracoles -en El Pinoso, cerca, lo hacen añadiendo conejo-, pero qué caracoles, estaba inmenso. Y me acuerdo mucho de aquel día porque resulta que me dí cuenta de que sólo había 11 caracoles en la olla, en lugar de 12, que Pedro decía que debía tener un arroz para dos. Se lo comenté ignorando la bronca que se iba a desencadenar a continuación, y que culminó con el dueño sirviéndonos dos caracoles de más, uno por compensar el error y otro por que saliéramos contentos. Además, éramos dos comensales. Cuando todo acabó, le mostré mi extrañeza por el asunto y me dijo que es que esos caracoles no eran normales, sino tremendamente caros. ¿Porqué sinó, el arroz iba a estar tan suculento y el restaurante abarrotado, todos comiendo lo mismo? Uno es mucho. El caso es que en una esquina de la rectangular olla de aluminio apareció el 12avo caracol que faltó en el primer recuento.
Cadete 15 c. violeta, con fecha.