Artemio,
Creo que deberías subirlo al tema de los Media Luna. Además es curioso porque se trata de dos poblaciones diferentes.
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Como complementoa la anécdota contada, os comento que a finales de los 80 recibía a menudo correspondencia en mi apartado dirigida a otro cercano número. Era correo de un radioaficionado con medio mundo. Raro era el día que no me metieran una o dos cartas para él. Yo recogía sus cartas y las entregaba inmediatemente al funcionario de apartados. Al cabo del tiempo, le daba un poco la vara al ínclito funcionario porque siempre estaba igual. Nada, seguía pasando lo mismo. Incluso cuando recogía el correo por la tarde, algunas cartas pasaron la noche en mi casa.
Siempre me entretenía en mirar el franqueo (90 % sellos) y las marcas postales. La situación seguía durando aunque no era mucha molestia, todo termina cansando.
Decidí entonces ponerle unas letras al radioaficionado, no para dárle la vara, que al fin y al cabo los filatelistas estamos hecho de una madera especial, o eso creía yo y él no tenía culpa alguna. Le escribí, le conté lo que pasaba, y que si era posible me fuera guardando los sellos que le fueran llegando en el correo. Al mismo tiempo, me ofrecía para intercambiarlos si es que era coleccionista, cosa nada rara entre los amantes de la radioafición.
Todo aquello en un tono mesurado y amable. No había enfado pues entreví la posibilidad de hacerme con algunos sellos usados.
Días más tarde y sin respuesta por su parte, llego al última hora a recoger mi correo y héte aquí, que en la mesa central de la sala de apartados, sitio donde los usuarios nos acomodamos para repasar el correo recibido, digo que en la mesa vislumbro unos papeles: una letra familiar, un sobre partido por la mitad y un gurruño de papel. ¡¡¡ Tate ¡¡¡ Esa carta es mía.
Efectivamente, allí estaba. Tan mía como que era la carta para el radioaficionado. El sobre partido con violencia y el gurruño con ardor.

No somos nadie, pensé. ¿A que viene esa acción?
Pero ¿y el bonito sello que puse en el franqueo? ¡¡¡¡Tate¡¡¡¡ Desaparecido. Claro, lo había recortado a mano.
O sea, que el elemento sorpresa era coleccionista, juntasellos o los guardaba para álguien. Además, poco educado. Bien, algo hemos adelantado. Ya conocemos algo más del elemento.
Me fuí cabreado pero la vida continuaba.
Desde aquel día no volví a recibir una carta suya en mi apartado. Interrogado el funcionario me dijo que el elemento le había dado una bronca descomunal, amenazando con presentar queja formal y contar todo hasta al rosario de la aurora.
Os aseguro que en mi carta no había nada malo. Yo pretendía hacerme con sellos y me ofrecía para cambiar.
Pasaron varias semanas, y un día ¡¡zas!!, cartita para el elemento sorpresa en mi apartado.
¡¡Aaaaagg!! Que dulce es la venganza... Pues no.
Me llevé la carta a casa, era de EE.UU., lo recordaré siempre, la introduje en un sobre y le puse unas letras diciéndole en aquel mismo término mesurado de mi primera carta que le devolvía su carta errada, que era un simple error de reparto y... que esperaba que el sello de mi anterior carta le hubiera gustado.

Al día siguiente, le puse la carta en el buzón.
Nunca más tuve noticias de él.
¡¡¡ Ah !!! Se me olvidaba: a dicha carta, ¡¡cachis!! se me olvidó ponerle sello.
