Para quien quiera ampliar conocimientos:
La obra del historiador Agustín Ramón Rodríguez González analiza lo que supuso la batalla para la Marina española y para el devenir de la Monarquía española, como prólogo de la enorme crisis que significó para una y otra la Guerra de la Independencia y las de Emancipación americanas.
Las campanas de la iglesia londinense de Saint Martin-in-the-Fields fueron las primeras, hace doscientos años, en anunciar la victoria de la flota británica sobre la franco-española en el cabo gaditano de Trafalgar. Hoy, la plaza donde se encuentra la iglesia lleva el nombre de Trafalgar. El próximo 21 de octubre miles de campanas redoblarán en los países que integran la Commonwealth para conmemorar el bicentenario de la victoria de Trafalgar. Una experiencia similar la vivieron los británicos en 1805 cuando los campanarios de toda Inglaterra anunciaron la victoria de sus tropas en aguas de Cádiz, aunque en aquella ocasión el júbilo por la victoria estuvo empañado por la muerte en combate, por herida de bala, del almirante Horacio Nelson, considerado, desde entonces, héroe nacional. De igual forma los marinos españoles tan destacados como Alcalá Galiano y Churruca, que también perdieron la vida en la misma batalla o Gravina que falleció un año después como consecuencia de las heridas recibidas en ella. La pérdida de tan insignes marinos, en los dos bandos, ha creado su propia leyenda y ha contribuido, junto a otras causas de carácter político, a crear el mito de Trafalgar y a concebir infinidad de páginas literarias.
Desde hace dos siglos, tanto en España como en el Reino Unido, e incluso en Francia, ha proliferado la bibliografía relacionada con el tema de la batalla naval, aportando casi siempre datos inéditos acerca de sus orígenes, su desarrollo y sus consecuencias.
Es el caso del nuevo libro editado por ACTAS, Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII. Este libro se debe a una profunda investigación del historiador Agustín Ramón Rodríguez González, un reconocido especialista en la historia naval española sobre la que tiene veinte títulos publicados, además de numerosas colaboraciones en publicaciones, congresos, conferencias, etc., que le han valido ser reconocido con significativos y abundantes reconocimientos nacionales e internacionales.
Los dos países derrotados en Trafalgar hace doscientos años, España y Francia, son hoy aliados de Gran Bretaña como consecuencia de la actual configuración del mapa político europeo; sin embargo, el trágico episodio de 1805 frente al cabo de Trafalgar fue decisivo en el desarrollo de las guerras Napoleónicas y el corolario que frustró los planes de Napoleón para invadir Inglaterra y sus pretensiones de desafiar el poderío británico. En cuanto a España, la derrota truncó el renacimiento que la marina de guerra había experimentado a lo largo del siglo XVII y el fin de un gran esfuerzo para crear y sostener una poderosa flota que asegurase la continuidad del imperio ultramarino. Trafalagar, por lo tanto, representa un giro en la historia de España, ya que la destrucción de nuestra flota contribuyó en gran medida a la vertiginosa liquidación del imperio español que mantuvo las colonias muy poco tiempo más. Fue, por otra parte, un presagio de futuras desavenencias con los franceses, que acabaron por invadir la península. No obstante, en la batalla dirigida por el almirante Villeneuve y sobre cuyos riesgos advirtió el mando español, franceses y españoles lucharon codo con codo frente a los británicos, elevándose las víctimas a más de siete mil muertos en combate y ocho mil los prisioneros.
En esta obra, el autor llega a analizar las características de cada nave y las innovaciones artilleras a que fueron sometidas previamente a la batalla; e incluso las características de las mangas para ser utilizadas en los abordajes. Todo un informe documental y documentado que el lector agradece por lo que supone de información sobre la guerra naval y sus características, estimulado, por otra parte, con un lenguaje que hace amena la lectura hasta lograr que el lector se introduzca en la obra y continúe enfrascado en ella queriendo conocer el siguiente y el siguiente detalle.
Rodríguez González pormenoriza en este libro tanto con datos conocidos sobre tripulaciones, embarcaciones, dotación, disposiciones, etc., como con otros inéditos y siempre bajo el aspecto científico de la investigación, en contraposición a la novedad de tratar los temas históricos bajo el carácter novelístico.
No obstante, doscientos años después de la batalla de Trafalgar, aún continúan las dudas sobre el desarrollo de la misma ya que unas versiones se contradicen con otras respecto a las tácticas empleadas, la disposición de los buques, el viraje con que la flota española inició el combate, origen del caos producido a continuación. Los datos procedentes de uno y otro bando son confusos y contradictorios debido a la gran debacle reinante durante las horas del enfrentamiento. Incluso, datos coincidentes difieren en cuanto a la hora de producirse, como se demuestra en infinidad de ejemplos que salpican las páginas de este libro referidas propiamente a la batalla.
El desastre de Gibraltar era algo poco menos que anunciado, según se deduce de todas las aportaciones hechas por especialistas, coincidentes al referirse a la supremacía de los británicos. No obstante, además del propio Napoleón y el rey español Carlos IV que intentaron propagandísticamente aumentar las pérdidas británicas para que pareciera un triunfo pírrico, las conclusiones del autor de esta obra basadas en informes salidos en Gibraltar, apuntan a que las pérdidas británicas en hombres y buques fueron más elevadas de las admitidas por Inglaterra. Por parte de los aliados llegaron a siete mil bajas de los que más de cuatro mil eran franceses. Entre ellos puede considerarse como baja, aunque con posterioridad, el propio Villenueve que con su lamentable forma de mandar condujo al fracaso la operación. El almirante francés, tras ser liberado al poco tiempo de la batalla por los ingleses que le hicieron prisionero, en su traslado a París para ser juzgado en un consejo de Guerra por su penosa actuación en la campaña, apareció muerto con cinco puñaladas en Rennes. Napoleón dio por hecho que se había suicidado, abrumado por su responsabilidad. Él fue, en efecto, el verdadero artífice de la derrota de Trafalagar. Si en el fracaso estuvo el origen de la decadencia española, de importantes y decisivos cambios, es algo que queda al juicio de los historiadores y las conclusiones que el lector pueda sacar de esta obra donde se expone este planteamiento como constatación de un síntoma más de males mucho más profundos y complejos.