En marzo de 2003 envié varias cartas para circular a diferentes lugares del mundo. Todas ellas a destinatarios ficticios y dirigidas a la Poste Restante de cada localidad.
La mayoría fueron devueltas a las pocas semanas.
El otro día, para mi sorpresa, recibo la que os muestro.
La carta fue franqueada con 75 céntimos, tarifa de aquel año para Ultramar. Dirigida a un ficticio sueco en la Poste Restante de Mbalmayo, localidad de Camerún. Para llevar un control de fechas y ante la poca claridad de los matasellos españoles, anoté en la parte inferior izquierda del anverso y con un tampón manual, la fecha en la que deposité la carta en el buzón, 31 de marzo de 2003. Fue matasellada al día siguiente, 1 de abril, con el fechador S.D./Ceuta (Sala de Dirección). Menos mal que esta vez acertaron.
Como se aprecia en el reverso, llegó a la localidad de Mbalmayo el 10 de abril. De allí, ignoro el porqué todavía, fue dirigida a la cercana localidad de Akoeman donde llegó el 17 de abril.
Ambas localidades están situadas al sur de la capital camerunesa, Yaundé.
En alguna de estas dos localidades es donde creo que le aplican la marca manuscrita de devolución R O y tachan la dirección del ficticio destinatario
Desde ese momento, nada más sabemos. Bueno, si se aprecia que la carta fue abierta por alguien y que la volvió a cerrar usando un pegamento algo abrasivo, pues ha llegado a “comerse” parte del papel (Parte lateral izquierda del reverso).
Dos años y dos días después la carta llega (o sale) a/de Yaundé donde se le aplica el fechador Yaundé –Clasificación- Apertura. (Yaoundé-Tri-Ouverture) del 19 de abril de 2005 !!!!!!!!.
Casi tres meses después llega a España, el 7 de junio de 2005, a Ceuta. El funcionario postal ceutí intentó hasta CUATRO veces marcar con el fechador. En su descargo diré, que los nuevos fechadores tipo sello automático, son una auténtica porquería además de no durar ni una cuarta parte que los fechadores de bronce de toda la vida.
Dos años, tres meses y seis días después la carta hispano-camerunesa vuelve con papá. ¿Verdad que mereció la pena la espera?