Colección: Archivo Histórico del Partido Comunista de España
Sección: Guerra Civil
Fechas: 1936 - 39
Lugar: Madrid
Soporte: Negativo
Descripción: Furgón de correos. Alrededores de Madrid, 1936.

Espero que os haya gustado, ¿por cierto alguíen sabe aque plaza se refiere este párrafo del artículo?Y ahora, a media mañana de cada domingo, los aficionados se reúnen durante un par de horas, buscando la acera de la sombra, en la plaza donde, por despedirse antaño el duelo de los entierros, se llamaba, con fúnebre humorismo, «de la Alegría».SEDANTES EN LA GUERRA
El bolsín, al aire libre, de los coleccionistas de sellos
\/ERDADERAMENTE, de todas las manías que pueden aquejar a un hombre, quizá la más pacífica, la más inofensiva es la de coleccionar sellos de Correos.
Parece que esta manía típica de temperamentos blandamente curiosos, sedentarios y pacíficos debía estar reñida con la actividad dramática, la inquietud y la tensión nerviosa de una ciudad en guerra. Y he aquí que ocurre, paradójicamente, lo contrario. Quizá como contraste, acaso como un lenitivo o anestésico para olvidar la dura realidad, estas aficiones pacíficas se exacerban e intensifican con la guerra.
Quizá por la misma razón que ahora se venden más libros que nunca, la afición a coleccionar sellos se extiende cada día más.
No es de hoy esta actividad filatélica. Hace ya mucho tiempo que este pequeño comercio cívico desbordó de los establecimientos especializados y salió a la calle. El aficionado no se satisface con ojear catálogos y hacer sus compras en el mostrador del fillatélico. Necesita relacionarse con los
afines; curiosear las colecciones privadas, perseguir el ejemplar que codicia, intercambiarlo, «chalanear» el sello.
Los filatélicos forman una especie de masonería; se conocen entre sí, tienen su argot, su Bolsa y su bolsín...
Este bolsín funciona desde hace tiempo, formado de modo espontáneo, al aire libre. ¿Quién fué el primer filatélico que se citó con un aficionado para cambiar sus sellos en los jardinülos de la plaza de España? No se sabe.
A esa primera pareja de coleccionistas siguieron otra y otra, y veinte más. Gente toda ocupada en otras actividades, eligieron el domingo, por la mañana, el día de asueto semanal para, reunirse.
La plaza de España, en invierno, no es realmente un sitio de placer; el aire y la lluvia infligía deterioros al pequeño tesoro del coleccionador.
Y acordaron los filatélicos trasladarse a la Plaza Mayor, al cobijo de los soportales impregnados de tradición.
La sañuda predilección de los bombardeos fascistas por el centro de Madrid impuso un nuevo traslado del bolsín filatélico.
Y ahora, a media mañana de cada domingo, los aficionados se reúnen durante un par de horas, buscando la acera de la sombra, en la plaza donde, por despedirse antaño el duelo de los entierros, se llamaba, con fúnebre humorismo, «de la Alegría».
Un veterano filatélico nos informa de las actividades del bolsín.
—¿Mucho negocio?
—No está mal. La afición cunde. Cada día surgen nuevos coleccionistas. Ellos hacen el gasto. Nosotros, los viejos, seguimos viniendo al corro por costumbie, por no interrumpir la tradición. El ejemplar raro, el difícil,que es el que a nosotros nos interesa, no surge ahora. Pero los noveles sostienen «el fuego sagrado». No hay abundancia de sellos. Es lógico; el sello extranjero escasea mucho; la guerra dificulta la correspondencia
con los coleccionistas; de otros países.
—Sin embargo—interrumpo, y me atengo a informes de otros coleccionistas del corro—, este comercio no flaquea; al contrario,
se acrecienta.
—Es cierto—me contesta—. Hay que tener en cuenta que, aparte su significación para el coleccionista, el sello de Correos es un valor internacional. Y, naturalmente, está sujeto a las oscilaciones del merecido
monetario. El sello tiene dos valores: uno, en el catálogo filatélico, y otro, que nosotros llamamos «facial»; es decir, el de su precio en la moneda del país de origen. El alza, lógica que ahora tienen algunas divisas extranjeras hace que sea buen negocio vender los sellos de esos países por su valor «facial» y no por los de catálogo.
—-¿Qué clase de sellos son ahora los más solicitados?
—La escasez de estampillas exóticas valoriza los sellos españoles. Los que más abundan son los llamados «conmemorativos»; es decir, los que se editaron para celebrar un centenario o suceso determinado. Entre
éstos están muy pedidos los del XI Congreso Internacional de Ferrocarriles celebrado en Madrid en 1930. Estos sellos conmemorativos,
porque no se hacen de ellos ediciones copiosas y porque tienen una circulación limitada, serán, a la larga, muy buscados. El tiempo los valora. La edición que hizo la Asociación de la Prensa de Madrid para conmemorar su fundación casi no se encuentra. Los coleccionistas la guardan para supervalorarla en su día.
—Y en general, ¿qué sellos son los más buscados?
—Después de los que llamamos clásicos, de los tiempos de los primeros Correos y de los que lucen estampillados o matasellos raros, los que más gustan al aficionado son los llamados «de vistas»; esto es, los sellos de colonias africanas y asiáticas. En vez de efigies de personajes ostentan paisajes, vistas de templos, ídolos y esfinges, y hay entre ellos verdaderas maravillas de dibujo y de color.
Se embarga, se entusiasma el hombre hablando de su afición; habría tema para un libro con sus divagaciones. El filatélico habla de un sello raro con el mismo deleite con que un enamorado describe a su amante, con la misma fe que un apóstol expone su credo.
¿Manía? ¿Pacífica y culta locura? ¡Qué más da! Como el enamorado, como el apóstol, el filatélico encuentra en su colección el lenitivo, el anestésico, el bendito bálsamo piadoso, engañoso, ideal, que sabe hacerle olvidar las asperezas tristes de la realidad. El mejor antídoto en lo humano para el veneno de todas las demás brutales verdades de la vida y de los hombres.
JUAN FERRAGUT