Pues hay de todo en la viña del señor...
Cartas sin signos aparentes de porteo
Las cartas que no muestran signos ni marcas de porteo pueden pertenecer a una de estas dos categorías:
Cartas franqueadas
En los siglos XVI y XVII, es decir, antes de la organización del Correo, el remitente podía franquear la carta al enviarla y esa acción se señalaba mediante dos líneas paralelas en el anverso. A partir de 1717 estas cartas o bien llevan una marca especifica, manuscrita o por cuño, que indica el pago en origen del porteo (Franco, Franqueado, etc.), o llevan dos grandes líneas cruzadas en forma de aspa o llevan ambas cosas. Estas cartas se verán en el apartado correspondiente. Conviene no confundir el franqueo, es decir, el pago hecho por la persona que depositaba la carta en el correo en ese momento para que no tuviera que pagar el porte su destinatario a la llegada, de la franquicia. Gozaban de franquicia al principio sólo las cartas del Estado señaladas con el “Sello Negro”. Mas tarde también disfrutaron de franquicia algunos organismos que no aplicaron sello negro, y en cambio si su sello oficial, como pudieron ser los gobiernos políticos de ciudades o incluso senadores y diputados así como los empleados de Correos, siendo esta última señalada con la palabra manuscrita “Correos” en la parte superior del frontal.
Cartas aparentemente no franqueadas ni porteadas
Cuando no se observan marcas como las anteriormente descritas ni de porteo, solo puede obedecer a dos razones: o se trata de cartas dirigidas a estafetas o administraciones de Correos que gozaban de franquicia (ver la Ordenanza General de Correos de 1794), o eran varias cartas (e incluso muestras) incluidas en un paquete o pliego bajo una misma cubierta. Alonso (2005) pudo estudiar 903 cartas provenientes del Padre Jesuita Isla escritas en el siglo XVIII, en 162 de las cuales comenta interesantes datos sobre el funcionamiento del Correo en esa época. Conviene recordar que, como ya hemos dicho, hasta la década de 1760 aproximadamente, el porte a pagar por el destinatario se ponía en el lugar de origen de las cartas, despues el porteo se aplicó en destino o en tránsito. En las Estafetas de las localidades de destino donde se recibían las cartas, el funcionario agrupaba las dirigidas a una misma persona componiendo un paquete o pliego en el que las introducía y en cuya cubierta exterior (a veces envuelta o a veces la primera carta del montón) aplicaba la marca de porteo correspondiente al grupo de cartas; cantidad que debería pagar el destinatario al recibo del pliego así compuesto.
Siguiendo con lo expuesto por los colegas, dos cartas porteadas...
Y dos cartas sin portear...
Un saludo