Hace pocos días compré en eBay esta postal matasellada en Sidi Ifni el 16 de marzo de 1953
No es de mi campo de colección que sólo llega a 1945 pero me gustó, una vez en mi poder me picó la curiosidad por saber en qué sitio de Ifni estaba el fortín, le enseñé la postal al único vecino del pueblo (dos mil habitantes) que había hecho el servicio militar en Sidi Ifni y no le sonaba de nada (estuvo destinado en 1968).
Busqué por Google Maps y situé el fortín en Tabelcut o Tabel-Kut, en la que era frontera entre Marruecos e Ifni
...y seguí buscando encontrado esta historia
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Basándome en las informaciones del Coronel Felipe Sotos Fernández (El Teniente del puesto) y las del General Rafael Casas de la Vega y, de la información recopilada en el Servicio Histórico Militar:
El 5 Mayo de 1.959, después de dieciocho meses de cautiverio, fueron entregados a representantes del Gobierno español cuarenta prisioneros de "guerra", entre los que se encontraban tres mujeres y dos niños de corta edad.
La entrega fue en Casablanca, en presencia del Sultán de Marruecos Mohamed V, quien los recibió de Ben Hammú y los entregó, con gran despliegue publicitario, a las autoridades españolas.
Los prisioneros fueron trasladados en autobús a Ceuta y después a la Península.
Terminaba con ello un largo y doloroso cautiverio de personas (civiles y militares), injustamente retenidas contra su voluntad en el reino de Marruecos, por una fuerza, el Ejército de Liberación, que como vamos a ver, estaba en muy buenas relaciones con el Gobierno marroquí. Está claro que si el Gobierno marroquí hubiera querido, estas cuarenta personas hubieran podido ser liberadas mucho antes. Y no hay ninguna duda que el secuestro de personas civiles y, en especial de mujeres y niños, va en contra de todo derecho y constituye flagrante delito.
El grupo de prisioneros lo componían las siguientes personas. Un Teniente de Infantería, Felipe Sotos, jefe del puesto de Tabelcut. Un cabo primero de la Guardia Civil, casado y con dos hijos de tres y cuatro años. Un Cabo primero, un Cabo y cuatro policías del Grupo de Policía de Ifni nº 1, más un soldado de Transmisiones, todos ellos de guarnición en Tabelcut. Siete personas procedentes de Cabo Bojador, entre los que se encontraban dos soldados de Transmisiones, dos técnicos del faro y un mecánico. Uno de los técnicos y el mecánico con sus esposas. Nueve militares procedentes del puesto de Tamucha y otros doce del puesto de Hameiduch.
En total cuarenta personas, treinta y dos de ellas militares y ocho civiles.
El puesto de Tabelcut fue asaltado al amanecer del día 23 de Noviembre de 1.957. Se ha sabido la tarde anterior la noticia de un posible ataque, El Oficial jefe del puesto y el Cabo 1º de la Guardia Civil, habían permaneciendo levantados y alerta. Cuando empezaba a amanecer pensaron que había sido una falsa alarma de las muchas sufridas y deciden ir a descansar.
En aquel momento, una ráfaga de ametralladora fue disparada sin previo aviso desde el exterior, por el enemigo oculto en las todavía sombras del clarear. Dio el Teniente la voz de alarma, se toca generala y todo el personal se levantó y trató de acudir a los puestos asignados para la defensa. La acción de los moros fue tan rápida que no dio tiempo para ello. Habían cortado la alambrada del perímetro exterior y tenían rodeado el puesto, haciendo fuego muy de cerca.
Ante esta situación el Teniente dio orden de retirarse al interior y contener al enemigo haciendo fuego desde las ventanas. El número de moros atacantes, calculado por el tiro de sus armas era de 100 a 150 hombres. El Oficial del puesto tenía a sus ordenes 9 europeos y 4 indígenas, estos últimos incorporados pocos días antes, a los que no conocía a fondo y no cabía fiarse. El enemigo, envalentonado con la retirada al interior, se lanzó al asalto del puesto, logrando algunos introducirse por las ventanas y siendo finalmente rechazados con bombas de mano y el fuego de las armas de los defensores.
En vista de la escasez de efectivos para la defensa de la planta baja, decidió el Teniente la subida al piso superior, dando las órdenes oportunas. Se logró subir algo de comida y agua, y tres cajas de munición, una de fusil, otra de subfusil y otra de granadas de mano. La radio se estaba tratando de trasladar al piso superior cuando se produjo la irrupción del enemigo por las ventanas, por lo que no pudo subirse y se perdió.
En el desorden que se produjo entre el asalto y la subida, no olvidemos que había una mujer y dos niños, a los que había de proteger a cualquier precio, los cuatro policías indígenas se quedaron en la planta baja, cosa que no preocupó demasiado al Teniente Sotos, pues no se fiaba demasiado de ellos, aun cuando les había oído poco antes hablar en árabe con los sitiadores durante los momentos del ataque.
Desde la torreta del edificio, al menos era posible vigilar a los que se acercaban, tenerlos a raya, especialmente con el empleo de granadas de mano.
Se izó la Bandera española en el mástil de la torreta y se dio la orden de economizar munición. Los moros a lo largo de todo el día estuvieron abriendo fuego de fusilería y de subfusil, afortunadamente no emplearon bombas de mano ni fuego de mortero.
En algún momento del primer día de asedio vieron los cercados un avión español que volaba a la altura de la costa. Trataron de llamar la atención con gestos y señales, incluso lanzando dos granadas, pero el avión no se acercó. Todos estuvieron muy atentos a las evoluciones del aparato. Al final se inclinó de ala y, tras describir una amplia curva, se dirigió hacía el sur, a lo largo de la costa.
La situación era muy delicada. Aquel avión parecía no haberles visto, la radio estaba en el piso de abajo y no podía utilizarse porque los moros dominaban por el fuego su emplazamiento. Resultaba imposible, pues, comunicar con Sidi Ifni para pedir ayuda.
Lo más probable era que les hubieran dado por desaparecidos ante el primer ataque. Quizá el avión no había visto la bandera o se había equivocado en la localización del puesto.
En la noche del 23 al 24 no fueron atacados, sino tiroteados esporádicamente. Observaron que con frecuencia pasaban, con linternas, comunicaciones a los que les cercaban desde la población marroquí de Mirleft. También pudieron contar hasta doce camiones con las luces encendidas que, desde más allá de la frontera, llegaron a las cercanías de Tabelcut, quedando ocultos en un repliegue del terreno. Supusieron serían refuerzos para los sitiadores.
El día 24 los que les cercaban habían asentado dos morteros, uno de los cuales estaba en territorio marroquí. Con ellos hicieron fuego, sin resultado alguno. Los proyectiles quedaban cortos o largos, sin precisión. Menos mal que no estaban los moros duchos en su manejo, sino hubieran causado una verdadera catástrofe.
Lo más esperanzador del día fue la visita de dos aviones franceses que dieron algunas pasadas al puesto, haciendo variar la inclinación de sus alas como para decir algo. Los cercados intentaron, a su vez, la comunicación con los aviadores, pero éstos no lo vieron o no lo entendieron. Los aviones se volvieron por donde habían venido y los cercados quedaron en su lamentable situación.
Lo peor era la escasez de alimentos y, sobre todo, de agua. Allí, acurrucados, en el lugar más seguro estaban los niños y la mujer del Cabo 1º de la Guardia Civil, que necesitaban ser atendidos cuanto antes.
En un momento en el que el fuego había decrecido bastante, el Teniente Sotos intentó ganar el patio donde había garrafas de agua; pero tan pronto fue observado el movimiento, se recrudeció el tiroteo, por lo que no pudo acceder al agua.
El día 25 se presentó ante el edificio del puesto, con bandera blanca, un parlamentario que dijo ser el Caíd de Tiznit, enviado por el Gobernador de Agadir.
El objeto de su presencia era (sic.) "Hacerse cargo del puesto, en nombre y representación del Gobierno marroquí, que estando en buenas relaciones con el de España, deseaba terminar con aquel estado de cosas y poner a la guarnición a salvo del Ejército de Liberación".
La situación era extrema. El agua y la comida, escaseaban ambas, estaban fuera del alcance de la guarnición. En el piso de abajo estaban los policías indígenas, posiblemente pasados al enemigo. El patio donde se encontraba barrido por todas las direcciones por el fuego de los moros. No era de esperar apoyo de ninguna clase en el breve tiempo que podría durar la resistencia, sin agua, muy especialmente si se tenía en cuenta la presencia de aquella madre y los dos niños. Por otro lado, se proponía una entrega razonable a un Gobierno legal con el que España mantenía buenas relaciones, y que sólo pretendía que no se hiciera una matanza inútil.
Exigió el Teniente alguna garantía cierta acerca de la autoridad del parlamentario, como podía ser fuese acompañado de un representante conocido por él, de la Administración marroquí. Así se hizo, llegando hasta el puesto, como garante de buena voluntad el Caíd de la región Si Said, perfectamente conocido por los defensores, a quien acompañaba, como escolta, cuatro policías marroquíes, uniformados y armados, como muestra de que se trataba de las Fuerzas Armadas Reales y no de los hombres de las bandas.
Las condiciones de retirada pactadas eran ir bajo su protección al puesto marroquí de Mirleft, con todas sus armas, para ser trasladados después a Agadir, donde serían entregados al Cónsul español, con absoluta garantía de personas y bienes.
Durante la negociación se pudo ver que los policías indígenas se habían declarado "neutrales" y se encontraban en la planta baja.
Salieron por la tarde de Tabelcut y el traslado a Mirleft se hizo con normalidad. En el puesto marroquí fueron tratados bien, se les dio de cenar y alojamiento para pasar la noche hasta que llegaran los medios de trasporte necesarios para llevarlos a Agadir. A las 02,00 horas del día 26 fueron despertados porque se les dijo que ya estaba preparado el autobús que había de llevarlos. A fin de ir tomando con calma los datos de cada uno, a efectos de documentación, se les rogó salieran de uno en uno. Así lo hicieron, saliendo el último el Teniente, el cual al llegar al autobús fue encañonado por cuatro moros del ejército de liberación, maniatado y unido a los demás, que habían sufrido igual tratamiento, antes que él.
El engaño había sido evidente y evidente también la connivencia con el ejército de liberación de las autoridades oficiales de Marruecos. La entrega se había hecho a un Gobierno legal y ese Gobierno legal les entregaba a unas fuerzas ilegales. Todo ello indecente e impropio de un estado de derecho, pero con Marruecos ya se sabe...
Ese mismo día 26 los trasladaron a Egleimín, cuartel general del BELM y después de aquí a Acca, donde se les unieron 21 prisioneros más, procedentes de los puestos de Hameiduch y Tamucha.
Durante los treinta días que allí estuvieron, el trato fue malo. El jefecillo al mando, un desertor de nuestras fuerzas indígenas, un tal Hossain, se divertía molestando y dañando en lo que le era posible a los prisioneros, con el pretexto de aclarar un intento de fuga, que nunca había existido. Todo ello contraviniendo las ordenes que tenía de tratar bien a los prisioneros, se entendía así, debido a que cuando iba a llegar algún superior mejoraba el trato. Fueron días amargos, de angustias y sobresaltos. Encerrados en los alojamientos que se les había asignado, escasamente alimentados y sometidos a malos tratos y continuas amenazas, los prisioneros, sucios, flacos, tristes, sin noticia alguna de su mundo, creyeron perecer. Los niños y la madre estaban por allí, eso creían los demás pues estaban incomunicados unos de los otros.
Hacia la Navidad reciben la visita de un jefe del Ejército de Liberación llamado Mustafá Ben Aomar. El Teniente Sotos explicó la situación en que se encontraban y el malvado carcelero y su pandilla fueron relevados. Las puertas de los locales fueron abiertas y se les permitió escribir cartas, aunque no recibirlas. Fue un importante cambio, no total pero si importante.
Otro contingente de prisioneros, el de Cabo Bojador; dos matrimonios, un paisano y dos soldados de Transmisiones, se les unen. Con ello se completa los 40 prisioneros.
El 17 de Enero fueron cambiados de prisión, fue un largo viaje con escala en Tali. Unein era su destino, otro de los campamentos del BELM.
En Febrero de 1.858 la comida empezó a escasear. Se mantenía la ración de pan, aunque era de harina de maíz, amarillo y muy duro. La causa era el revés sufrido por las BELM en la Saguia, primero y después en todo el Sahara. Los guardianes estaban sometidos a la misma ración, unos 40 gramos de arroz con patatas o patatas solas. Poca cosa, pero no se quejaba nadie. Los niños y su madre recibían un trato especial, para ellos había sardinas, huevos, queso americano, leche, naranjas y tomates. En pequeña cantidad, pero lo había.
El 12 de Mayo, fueron trasladados a Asarag. La comida mejoró, pero como casi siempre la voracidad del jefecillo de turno era insaciable, que cambiaba la harina de trigo por la de maíz y la carne; estaba putrefacta. El Teniente aconsejó que ni se consumiera y todos secundaron el consejo.
Parece que los aprovechados jefes de prisión pagaron con un arresto su enriquecimiento, pero los pobres cautivos lo pagaron con las pocas grasas que tenían.
En este campamento de Asarag se encontraron con un Brigada francés prisionero. Allí también pudieron recibir correo y se enteraron de lo que estaba sucediendo en el exterior, incluso del fin de la guerra en Ifni y de la marcha de la del Sahara hasta su terminación. Esto sucedió en Julio, coincidiendo con la visita al campamento de dos jefes, llamados Mustafá y Ben Said. La comida era aceptable y les pudieron proporcionar ropa limpia, jabón para lavarse, hojillas de afeitar y cepillos de dientes. Y, lo que era mejor, les permitieron salir a pasear y comunicarse entre ellos libremente. Este trato mejorado, fue también más acentuado para las mujeres y los niños. El día de Reyes, los pequeños recibieron sus regalos, un gran paquete de caramelos y golosinas, que se los enviaba "El Jefe Grande" al decir de los guardianes.
Quizá lo peor, a todo lo largo del cautiverio, fuera la ausencia de cuidados médicos. Pese a los ruegos formulados a los responsables y a las autoridades visitantes, nunca se logró un médico, ni siquiera un practicante, que visitara a los heridos (leves afortunadamente) ni a los enfermos. Hubo dos soldados bastante graves, uno con un ataque de apendicitis, pero todo se arreglo sin ayuda facultativa alguna. Les visitó e hizo lo que pudo un sanitario indígena que había trabajado en el hospital de Sidi Ifni y era hijo de un Sargento de la policía. Al final del cautiverio le hicieron entrega al Teniente Sotos de un paquete de medicinas, que él trataba de dispensar a los suyos con prudencia.
Lo más triste, fue que la mujer del Cabo 1º de la Guardia Civil Juan Rubio Martos, que estaba embarazada, dio a luz el hijo muerto. Todos que esperaban con ilusión el nuevo alumbramiento de aquel españolito que nacería entre las penalidades, quedaron consternados.
Allí, en Asarag, en esporádicas visitas, conoció, el Teniente Sotos a los que sus guardianes llamaban el Estado Mayor. Mustafá Ben Aomar, Ben Said, Ben Taher, Ben Hammú. Estos eran los dueños de la situación, los demás les mostraban un gran respeto y obediencia. Todos eran norteños.
Los jefecillos inferiores eran gente rapaz y poco de fiar. La tropa carecía de moral, de disciplina, de uniformidad rígida e incluso de haberes. Teóricamente cobraban dos mil quinientos francos, pero era frecuente que no se les diera. Cuando les querían tener contentos les pagaban con mayor regularidad.
La población civil temía a este Ejército de Liberación. En los numerosos y largos traslados había podido, el Teniente, ver que la gente era obligada a saludarlos al pasar. Había encogimiento en los pobres paisanos, había miedo a las exacciones de que eran objeto por parte de aquellos individuos, que vivían sobre el país.
Raramente oyó nombrar al rey Mohamed V. En órdenes, instrucciones, recomendaciones sólo sonaba el nombre del sátrapa Hassán II, entonces príncipe heredero. Y los pocos actos de benevolencia o de atención que tenían con ellos les decían que se debían a órdenes en tal sentido emanadas de Muley Hassán y que a él se lo debían agradecer.
En cuanto a quien ejercía el mando sobre el Ejército de Liberación, no se puede asegurar rotundamente, se cree o por lo menos así lo creían los militares españoles de aquella época y aún hoy algunos lo siguen creyendo, "debe haber un cierto acuerdo, pues en los desplazamientos pasaron por muchos controles de la Policía marroquí y de las FAS Reales con toda naturalidad" comentaba el Tente. Sotos a su liberación. En el último campamento recuerda que "Hubo una visita de la Policía marroquí, que comió con la guarnición de moros del BELM y estaban como en su casa". Tiene también noticia de intercambio de oficiales entre uno y otro ejército y otros detalles que le hacen creer que "La pretendida independencia y autonomía del Ejército de Liberación es probablemente un gran mito". Estas palabras entrecomilladas fueron de una conversación mantenida entre el General Casas de la Vega y el Comandante Sotos en 1.984.
Bueno pues ya está, ya hemos relatado lo mucho o poco que conozco del tema, de la guerra olvidada de Ifni-Sahara acaecida en los últimos años de la mitad del siglo pasado, cuando España estaba despegando económicamente y con muchas penurias tubo que hacer frente a esos enormes gastos que cuesta una campaña así.
Espero haber cumplido con las expectativas que los lectores esperaban de este relato, si es así, muchas gracias y si no, pues pido disculpas por no haber sabido como hacerlo.
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Como consecuencia de ello, la Guardia Civil de Ifni volvería a escribir una larga y desconocida página en la historia de aquel territorio que se cerraría el 6 de mayo de 1959, cuando el cabo 1º Juan Rubio Martos, comandante del puesto fronterizo de Tabelcut, fue liberado junto a su esposa, María Luisa Díez Alcoba, y sus hijos, Juan y Evaristo, de 3 y 2 años de edad, tras sufrir año y medio de cautiverio como prisioneros de guerra.
Los dos más jóvenes héroes vivos de la guerra de Ifni (ambos tienen la medalla al Sufrimiento por la Patria).
Un post largo pero merece la pena.
Saludos.