COMITE INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA (C.I.C.R.)
Desde principios de agosto de 1936, el CICR, que ya se había preocupado por las eventuales necesidades de material a las que podría enfrentarse la Cruz Roja Española, es oficialmente llamado a intervenir por esta última. Decide enviar un delegado, el Dr. Marcel Junod, ante las dos partes. Tras las gestiones del delegado, en septiembre de 1936, se firman dos acuerdos: en el primero, la Cruz Roja Española acepta la ayuda de las Sociedades Nacionales hermanas por intermedio del CICR, declara que se esforzará por hacer respetar el emblema de la cruz roja y ofrece su apoyo al Comité Internacional para la creación de agencias de registro de datos de los detenidos civiles y los prisioneros de guerra. En virtud del segundo acuerdo, el Gobierno de Madrid autoriza al CICR a intervenir tanto en favor de los republicanos como en favor de los nacionalistas. Más tarde, el Dr. Junod se dirige a Burgos, cuartel general de la Junta Militar, y obtiene garantías similares. Entonces, el CICR instala delegaciones en el país, cuya sede y número se modificarán en función del curso de la guerra. La delegación del CICR en España cerrará sus puertas a mediados de septiembre de 1939.
Los doctores Junod y Marti y miembros de la C.R.E. en Barcelona
Representado permanentemente ante las dos partes en el conflicto, el CICR ejerce su actividad en importantes ámbitos, como el de la distribución de socorros médicos y de víveres, financiados por las Sociedades Nacionales y los Gobiernos extranjeros o por particulares. Esta ayuda material se repartirá siguiendo una estricta distribución matemática entre los beligerantes.
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Asimismo, el CICR brinda protección a las formaciones sanitarias, notificando continuamente a los beligerantes las posiciones de las instalaciones sanitarias. Sin embargo, no logra impedir el encarcelamiento de los voluntarios de la Cruz Roja que estaban en poder de la parte adversa, acción que infringe lo estipulado en el artículo 12 del Convenio de Ginebra de 1929.
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Además, el CICR se esfuerza por proteger a los prisioneros. En un primer momento, sus gestiones son rechazadas por ambas partes. Sin embargo, mediante acuerdos firmados por las partes en el conflicto, en los que se prevé la apertura de agencias de datos sobre los prisioneros, el CICR obtiene autorización para realizar encuestas individuales en lugares de detención, cuyo objetivo sería verificar la presencia de los detenidos declarados y las condiciones de internamiento a las que estaban sometidos. Por esta vía, y gracias a nuevas gestiones, el CICR puede visitar la totalidad de las personas detenidas, por ambas partes, en un lugar determinado y repetir las visitas con cierta regularidad. Gracias a esta práctica, que depende sin embargo de la voluntad de las autoridades, el CICR puede visitar, hasta el 31 de diciembre de 1938, a 89.000 prisioneros.
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Esas visitas a los lugares de detención continuarán, por la parte republicana, hasta el final de la guerra; la Junta Militar las interrumpirá a partir de agosto de 1938. De todos modos, los delegados nunca tendrán acceso a la totalidad de los lugares de detención, por ninguna de las partes. El CICR intenta, por otro lado, organizar intercambios de cautivos, pero los resultados que obtiene no se condicen con los esfuerzos realizados y sólo algunos centenares de prisioneros civiles o militares serán liberados por la intervención del Comité Internacional.
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Asimismo, se emprende una importante acción de asistencia en favor de las poblaciones civiles afectadas, a partir del otoño de 1936, por la hambruna. Pero ciertas dificultades financieras, cada vez más intensas, provocadas por el agotamiento de las donaciones de los Gobiernos y de las Sociedades Nacionales, obligan al CICR a reducir, progresivamente, el volumen de sus envíos de socorros, desde el verano de 1937; no obstante, éstos se mantendrán hasta el final de la guerra. En total, se distribuyen socorros por cerca de 670.000 francos de entonces, durante el conflicto.
San Sebastián, delegación del C.I.C.R., clasificación de la correspondencia.