Los sellos más bonitos del mundo
- ramon1843
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
4. Charles Kennedy Burt, maestro clásico del grabado
Aunque no sean efusividades filatélicas, ni aún de lejos por el tamaño de los grabados, ni lógicamente todavía menos por la finalidad, es un verdero placer ver estas proyecciones sublimes de Charles Burt.
Aquí tenemos una más, no menos excepcional que las admiradas en las entradas anteriores, en esta ocasión a partir de una pintura de William Sidney Mount. ¿Traducción cabal y ajustada de Charles Burt? En absoluto, antes bien, verdadera recreación que deja la obra de Sidney Mount como sencillo y accidental germen…
Aunque no sean efusividades filatélicas, ni aún de lejos por el tamaño de los grabados, ni lógicamente todavía menos por la finalidad, es un verdero placer ver estas proyecciones sublimes de Charles Burt.
Aquí tenemos una más, no menos excepcional que las admiradas en las entradas anteriores, en esta ocasión a partir de una pintura de William Sidney Mount. ¿Traducción cabal y ajustada de Charles Burt? En absoluto, antes bien, verdadera recreación que deja la obra de Sidney Mount como sencillo y accidental germen…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
5. Charles Kennedy Burt, maestro clásico del grabado
Esta asociación de la American Art-Union, obsequiaba anualmente a sus suscriptores con una lámina grabada a partir de la pintura de un artista contemporáneo. Alfred Jones y Charles Burt grabaron varias de estas pinturas, de las que ya hemos mostrado algunas y de las que en esta entrada exponemos sendos grabados de los dos artistas inspirados en obras del mismo autor, Emanuel Gottlieb Leutze (1816-1868).
Las obras de Gottlieb Leutze que graban Burt y Jones, de las que lamentablemente no hemos podido localizar imágenes con una aceptable resolución, son, respectivamente, Sir Walter Raleigh, parting with his wife (1846) y The image breaker (1850). Este último grabado de Alfred Jones hace muchas páginas lo prometimos mostrar y, por cierto, se suele considerar de ordinario como el mejor grabado norteamericano de la historia.
Esta asociación de la American Art-Union, obsequiaba anualmente a sus suscriptores con una lámina grabada a partir de la pintura de un artista contemporáneo. Alfred Jones y Charles Burt grabaron varias de estas pinturas, de las que ya hemos mostrado algunas y de las que en esta entrada exponemos sendos grabados de los dos artistas inspirados en obras del mismo autor, Emanuel Gottlieb Leutze (1816-1868).
Las obras de Gottlieb Leutze que graban Burt y Jones, de las que lamentablemente no hemos podido localizar imágenes con una aceptable resolución, son, respectivamente, Sir Walter Raleigh, parting with his wife (1846) y The image breaker (1850). Este último grabado de Alfred Jones hace muchas páginas lo prometimos mostrar y, por cierto, se suele considerar de ordinario como el mejor grabado norteamericano de la historia.
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
y 6. Charles Kennedy Burt, maestro clásico del grabado
Charles Burt fue uno de los grabadores norteamericanos más prolíficos del siglo XIX (*). Su producción fue asombrosa, especialmente de retratos de grandes personalidades de la historia americana, en los que era un auténtico especialista.
Burt grabó decenas de retratos, principalmente para la American Bank Note y el BEP, y la mayoría de ellos fueron usados después varias veces en todo tipo de billetes, bonos y otros documentos del Estado. Incluso a algunas personalidades las llegó a grabar varias veces en un corto espacio de tiempo, así por ejemplo Salmon P. Chase, Secretario del Tesoro con Lincoln.
Exponemos en esta entrada cinco de los innumerables retratos grabados por Charles Burt para el Bureau of Engraving and Printing, cuatro de Secretarios del Tesoro estadounidense y uno del Presidente John Quincy Adams. Intratable Burt.
(*) Dejamos este enlace para quien pueda estar interesado en tener este catálogo realizado en 1893 por la propia hija del grabador, Alice Burt, y que contiene una relación detallada de la mayoría de grabados que realizó este gran artista: https://archive.org/details/catalogueoflinee00burt
Charles Burt fue uno de los grabadores norteamericanos más prolíficos del siglo XIX (*). Su producción fue asombrosa, especialmente de retratos de grandes personalidades de la historia americana, en los que era un auténtico especialista.
Burt grabó decenas de retratos, principalmente para la American Bank Note y el BEP, y la mayoría de ellos fueron usados después varias veces en todo tipo de billetes, bonos y otros documentos del Estado. Incluso a algunas personalidades las llegó a grabar varias veces en un corto espacio de tiempo, así por ejemplo Salmon P. Chase, Secretario del Tesoro con Lincoln.
Exponemos en esta entrada cinco de los innumerables retratos grabados por Charles Burt para el Bureau of Engraving and Printing, cuatro de Secretarios del Tesoro estadounidense y uno del Presidente John Quincy Adams. Intratable Burt.
(*) Dejamos este enlace para quien pueda estar interesado en tener este catálogo realizado en 1893 por la propia hija del grabador, Alice Burt, y que contiene una relación detallada de la mayoría de grabados que realizó este gran artista: https://archive.org/details/catalogueoflinee00burt
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
En la penumbra opulenta de la filatelia…
Nos desplazamos en algunas entradas más hacia, como decíamos anteriormente, los márgenes de la filatelia. Hacia el extrarradio más suntuoso de la filatelia, mejor dicho y si se nos permite esta digresión aduladora y reconfortante. Vale la pena este recreo, pues, después de todo, estas maravillas de los artistas de las casas norteamericanas no hacen sino que apreciemos aún en mayor grado los sellos que grabaron.
De Charles Schlecht (1843-1932), en el área estrictamente filatélica, sólo sabemos que grabó algunos retratos para sellos de Chile, a través de la American Bank Note. Estas asignaciones se las debemos a Jorgesurcl, que es quien mejor conoce a los grandes grabadores norteamericanos. Schlecht, alumno de Charles Burt y Alfred Jones, participó, además, en una de las grandes series del mundo, la del centenario de la independencia chilena de 1910, confeccionada entera por la American Bank Note y en la que, junto a aquél, grabaron los sellos otros gigantes del momento, como Charles Skinner, Robert Savage o Elie Timothée Loizeaux. Como quiera que esta serie no la tenemos de momento, remitimos con este enlace a la página de Chilecollector donde se da cumplida información de la misma (*). Los sellos que grabó Schlecht de esta serie del Centenario, según los datos dispensados por Jorgesurcl, fueron los retratos del general Manuel Blanco Encalada, del político y militar José Ignacio Zenteno y del almirante Thomas Cochrane.
Y dicho esto, frotémonos los ojos con este grabado de Schlecht de 1886, a partir de una pintura de cinco años antes de John George Brown (1831-1913), The lost child. Charles Schlecht nació en Stuttgart en 1843, y siendo un niño llegó con su familia a Estados Unidos, donde viviría el resto de su vida y donde tuvo una destacada carrera artística desarrollada, muy principalmente, en las dos grandes casas de grabado norteamericanas de la época, la American Bank Note y el Bureau of Engraving and Printing. Falleció en Nueva York el 17 de octubre de 1932.
(*) Enlace directo a esta serie imprescindible de 1910: http://www.chilecollector.com/archwebfi ... 84_98.html
Nos desplazamos en algunas entradas más hacia, como decíamos anteriormente, los márgenes de la filatelia. Hacia el extrarradio más suntuoso de la filatelia, mejor dicho y si se nos permite esta digresión aduladora y reconfortante. Vale la pena este recreo, pues, después de todo, estas maravillas de los artistas de las casas norteamericanas no hacen sino que apreciemos aún en mayor grado los sellos que grabaron.
De Charles Schlecht (1843-1932), en el área estrictamente filatélica, sólo sabemos que grabó algunos retratos para sellos de Chile, a través de la American Bank Note. Estas asignaciones se las debemos a Jorgesurcl, que es quien mejor conoce a los grandes grabadores norteamericanos. Schlecht, alumno de Charles Burt y Alfred Jones, participó, además, en una de las grandes series del mundo, la del centenario de la independencia chilena de 1910, confeccionada entera por la American Bank Note y en la que, junto a aquél, grabaron los sellos otros gigantes del momento, como Charles Skinner, Robert Savage o Elie Timothée Loizeaux. Como quiera que esta serie no la tenemos de momento, remitimos con este enlace a la página de Chilecollector donde se da cumplida información de la misma (*). Los sellos que grabó Schlecht de esta serie del Centenario, según los datos dispensados por Jorgesurcl, fueron los retratos del general Manuel Blanco Encalada, del político y militar José Ignacio Zenteno y del almirante Thomas Cochrane.
Y dicho esto, frotémonos los ojos con este grabado de Schlecht de 1886, a partir de una pintura de cinco años antes de John George Brown (1831-1913), The lost child. Charles Schlecht nació en Stuttgart en 1843, y siendo un niño llegó con su familia a Estados Unidos, donde viviría el resto de su vida y donde tuvo una destacada carrera artística desarrollada, muy principalmente, en las dos grandes casas de grabado norteamericanas de la época, la American Bank Note y el Bureau of Engraving and Printing. Falleció en Nueva York el 17 de octubre de 1932.
(*) Enlace directo a esta serie imprescindible de 1910: http://www.chilecollector.com/archwebfi ... 84_98.html
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
…Un poco más en estas sombras florecientes
Proseguimos un poco más de tiempo en este maravilloso vergel que es el área vasta y equívoca del grabado norteamericano clásico. Y lo hacemos del mejor modo posible, recuperando el reverso de uno de los famosos y bellos billetes educacionales de 1896, expuesto hace muchas páginas a propósito de, precisamente, el retrato de Samuel Morse.
Este imponente retrato de Morse, aunque en algunas fichas se atribuye a Lorenzo J. Hatch (1856-1914), por lo demás otro soberbio grabador, se lo asignamos ahora, siguiendo a Gene Hessler, a Charles Schlecht. En cuanto al otro retrato del reverso de este billete de 2 dólares, no hay disparidad alguna en la asignación, pues siempre se atribuye a Charles Burt, que lo grabó unos años antes de su muerte, acaecida, como sabemos, en 1892.
Y complementamos esta entrada de la mejor manera posible, añadiendo otro Morse muy similar al grabado por Schlecht para el billete, en este caso incidido por otro grande del buril, George Frederick Cumming Smillie (1854-1924). Agregamos, además, lo que parece una impresión inmediata del grabado de Schlecht, aunque esté firmada por Smillie. Al no poder ampliar con más nitidez este grabado equívoco, nos es imposible asegurar del todo que no sea otro diferente del propio Smillie, pues este artista, en las muchas pruebas que recopiló a lo largo de los años, solía firmarlas todas, aún las que no eran de tallas suyas, si bien en este último caso, y a diferencia del que mostramos en segunda instancia tras estas palabras, siempre solía poner el nombre del verdadero autor. Cabe, asismismo, la posibilidad de que Smillie retocase y ampliase el grabado original de Schlecht, sacando entonces esta nueva impresión y firmándola como propia.
Proseguimos un poco más de tiempo en este maravilloso vergel que es el área vasta y equívoca del grabado norteamericano clásico. Y lo hacemos del mejor modo posible, recuperando el reverso de uno de los famosos y bellos billetes educacionales de 1896, expuesto hace muchas páginas a propósito de, precisamente, el retrato de Samuel Morse.
Este imponente retrato de Morse, aunque en algunas fichas se atribuye a Lorenzo J. Hatch (1856-1914), por lo demás otro soberbio grabador, se lo asignamos ahora, siguiendo a Gene Hessler, a Charles Schlecht. En cuanto al otro retrato del reverso de este billete de 2 dólares, no hay disparidad alguna en la asignación, pues siempre se atribuye a Charles Burt, que lo grabó unos años antes de su muerte, acaecida, como sabemos, en 1892.
Y complementamos esta entrada de la mejor manera posible, añadiendo otro Morse muy similar al grabado por Schlecht para el billete, en este caso incidido por otro grande del buril, George Frederick Cumming Smillie (1854-1924). Agregamos, además, lo que parece una impresión inmediata del grabado de Schlecht, aunque esté firmada por Smillie. Al no poder ampliar con más nitidez este grabado equívoco, nos es imposible asegurar del todo que no sea otro diferente del propio Smillie, pues este artista, en las muchas pruebas que recopiló a lo largo de los años, solía firmarlas todas, aún las que no eran de tallas suyas, si bien en este último caso, y a diferencia del que mostramos en segunda instancia tras estas palabras, siempre solía poner el nombre del verdadero autor. Cabe, asismismo, la posibilidad de que Smillie retocase y ampliase el grabado original de Schlecht, sacando entonces esta nueva impresión y firmándola como propia.
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
Poesía y verdad
Terminamos de momento con Charles Schlecht, artista indómito y genial.
No hemos podido localizar la pintura original de Albert Fitch Bellows, La respuesta, que cincela Schlecht con sus dedos alados y su temperamento febril. ¡Pero ni falta que nos hace, por otra parte! Nos basta con admirar la réplica susurrante de Schlecht, embargada de poesía y de la belleza más turbadora…
Terminamos de momento con Charles Schlecht, artista indómito y genial.
No hemos podido localizar la pintura original de Albert Fitch Bellows, La respuesta, que cincela Schlecht con sus dedos alados y su temperamento febril. ¡Pero ni falta que nos hace, por otra parte! Nos basta con admirar la réplica susurrante de Schlecht, embargada de poesía y de la belleza más turbadora…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
Una salvedad tan obvia como necesaria
Ya que la decisión infantil de cerrar las modificaciones en esta parte específica del Foro no nos permite hacerlo de otro modo, rectificamos una entrada muy reciente, o cuando menos dejamos la asignación del retrato antepuesto de William P. Fessenden, Secretario del Tesoro y atribuido a Charles Burt, como quizá obra de Charles Skinner.
De todos modos, casi mejor motejar la asignación referida como sólo de discutible, pues lo cierto es que Burt grabó dos veces a Fessenden, en 1864 y 1877, si damos crédito al inventario escrupuloso de su hija Alice. Por lo demás y aparte del gran retrato de Benjamin Franklin con el que abrimos la entrada, exponemos tras estas palabras otros tres retratos magistrales de Burt, estos sí, parece que del todo fiables en cuanto a su asignación. La mayoría de todos estos impresionantes retratos, aparecieron después en distintos billetes norteamericanos de la época.
Y apuntemos, antes de continuar, que ese quizá cursivo del primer párrafo, no pocas veces y aunque no lo digamos, sobrevuela todas estas entradas dedicadas a los grandes maestros del grabado americano, pues el manglar de aquel siglo incomparable, con ser muy frondoso y apasionante, es también esquivo y traicionero…
Ya que la decisión infantil de cerrar las modificaciones en esta parte específica del Foro no nos permite hacerlo de otro modo, rectificamos una entrada muy reciente, o cuando menos dejamos la asignación del retrato antepuesto de William P. Fessenden, Secretario del Tesoro y atribuido a Charles Burt, como quizá obra de Charles Skinner.
De todos modos, casi mejor motejar la asignación referida como sólo de discutible, pues lo cierto es que Burt grabó dos veces a Fessenden, en 1864 y 1877, si damos crédito al inventario escrupuloso de su hija Alice. Por lo demás y aparte del gran retrato de Benjamin Franklin con el que abrimos la entrada, exponemos tras estas palabras otros tres retratos magistrales de Burt, estos sí, parece que del todo fiables en cuanto a su asignación. La mayoría de todos estos impresionantes retratos, aparecieron después en distintos billetes norteamericanos de la época.
Y apuntemos, antes de continuar, que ese quizá cursivo del primer párrafo, no pocas veces y aunque no lo digamos, sobrevuela todas estas entradas dedicadas a los grandes maestros del grabado americano, pues el manglar de aquel siglo incomparable, con ser muy frondoso y apasionante, es también esquivo y traicionero…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
Sólo emoción y delicadeza…
Pero dejemos el mal humor para momentos de más alboroto, ahora sólo estamos en la sencilla y melancólica costumbre de contemplar…
Y he aquí una maravilla más, obra de James Bannister (1821-1901), otro artista del buril que también nos dejó algunos sellos. Más adelante hablaremos de ello, ahora sólo queremos regocijarnos, a la vez ensimismados y embriagados, contemplando este retrato de Matthew Simpson (1811-1884), en su día obispo de la Iglesia Metodista americana, y ahora sólo, ¡y al cabo!, emoción y delicadeza transidas de verdad…
Pero dejemos el mal humor para momentos de más alboroto, ahora sólo estamos en la sencilla y melancólica costumbre de contemplar…
Y he aquí una maravilla más, obra de James Bannister (1821-1901), otro artista del buril que también nos dejó algunos sellos. Más adelante hablaremos de ello, ahora sólo queremos regocijarnos, a la vez ensimismados y embriagados, contemplando este retrato de Matthew Simpson (1811-1884), en su día obispo de la Iglesia Metodista americana, y ahora sólo, ¡y al cabo!, emoción y delicadeza transidas de verdad…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
1. Marcus Baldwin. Una fe sin concesiones
El 28 de septiembre de 1891, fallecía en Nueva York a los 72 años, sumido en el anonimato más lacerante, Herman Melville, el primer escritor de América. Durante esos años y en palabras de su biógrafo Andrew Delbanco, «Nueva York había alcanzado los tres millones de habitantes, ya circulaba el tráfico por el puente de Brooklyn, funcionaba el tren elevado de la Segunda Avenida, y la ciudad estaba poblada por tantos postes de telégrafos, teléfonos y electricidad, que los cables que quedaban colgando en las calles eran un peligro para la vida urbana».
A principios de ese mismo año de 1891, en una mañana cualquiera y por una calle sin importancia, un hombre tímido y discreto vaga absorto por las aceras de la gran ciudad. Es Marcus Baldwin, hoy reconocido como uno de los grandes artistas de la filatelia norteamericana y en esos días sólo, a punto de cumplir 38 años, un hombre aturdido y sin rumbo. Acababa de renunciar a sus responsabilidades directivas en Baldwin & Gleason, la empresa que él mismo, junto a su socio y amigo Thomas J. Gleason, había creado once años antes, cuando decidió dejar su puesto de grabador en la American Bank Note, entonces en plena expansión después de absorber a la compañía en la que el artista comenzó su carrera en 1869, la National Bank Note.
En realidad, cuando truncó de una vez y para siempre su discurrir empresarial en enero de 1891, al tiempo que inquieto y desconcertado, Baldwin se sentía no menos liberado y en cierto modo hasta feliz, o al menos esperanzado. Por decirlo de una manera muy precisa, más que el hombre Baldwin, siempre incólume al oropel, era el artista, ese yo impredecible, quien por fin recuperaba su propia y también radical fe. Y es que lo que en los comienzos prometía ser un espacio de libertad creadora y de razonable y modesta solvencia económica, con el tiempo se convirtió en una pequeña empresa de 25 empleados en la que, como es natural, el ímpetu comercial fue ahogando la sincera expresividad artística. Así, y durante los años anteriores, Baldwin & Gleason, que dio comienzo a su actividad centrándose en pequeños encargos privados en los que era posible y casi obligado el ingrediente puramente artístico, acabó dedicando gran parte de su actividad a los fines más comerciales, tales como fueron todo tipo de impresiones y objetos para las campañas políticas de la época. La empresa se especializó, incluso, en las impresiones en celuloide, llegando a patentar unas chapas publicitarias de solapa muy estrambóticas y clamorosas.
Así pues, los agobios trepidantes de los balances de empresa devolvieron a Baldwin a los espacios más amenos y misteriosos de la actividad artística, que enseguida y progresivamente lo acercarían, y ya para siempre, a la filatelia. Convencido, por fin, de la ineluctabilidad de su destino, Baldwin instaló un pequeño estudio en la casa de sus padres en Newark, a una distancia prudencial de Nueva York, y aun sin desligarse del todo de Baldwin & Gleason, sí que pudo ahora compaginar más tranquila y libremente sus dos grandes pasiones, el grabado y la fe, ya que, aunque durante su estancia en la National Bank Note había realizado algunas tallas para sellos fiscales privados y otros trabajos similares, todavía seguía sin rubricar ningún sello postal.
Durante estos años de la última década del siglo XIX, sin embargo y antes de viajar a Washington e incorporarse a la Oficina de impresión estatal (BEP), Marcus Baldwin grabó sus primeros sellos propiamente dichos, en 1892 y por encargo de la compañía Hamilton Bank Note. Dos años después, incluso, Baldwin grabó los valores mayores, también emitidos por El Salvador e impresos en la misma compañía, de una emisión dedicada a Colón, y de la que en esta entrada exponemos uno de los sellos más bellos.
Estas viñetas talladas para sellos de El Salvador, fueron el verdadero debut filatélico de Baldwin, más de veinte años después de haber decidido encaminarse por la senda inhóspita y ardua del grabado. Nacido el 31 de marzo de 1853 en Irvington, Nueva Jersey, Marcus Wickliffe Baldwin, con apenas 16 años, ingresó como aprendiz en la compañía National Bank Note, quedando durante sus primeros tiempos bajo el amparo y el magisterio exigentes de Alfred Jones, que lo trató con afecto de padre y a quien el joven artista guardó siempre una admiración y un cariño incondicionales. Tanto fue así, que treinta años después, en las ocasiones en que Baldwin se desplazaba de Washington a Nueva York por cualquier motivo familiar, no dudaba en acercarse a ver al viejo y querido maestro, entonces una leyenda viva del grabado y que falleció en 1900 en un desgraciado accidente de tráfico. En estas visitas puntuales, además de dar todavía algún consejo imprevisto y sabio a uno de sus mejores alumnos, Alfred Jones siempre terminaba por regalarle alguna prueba de sus grabados más recientes, que Baldwin recibía con una gratitud emocionada y que enseguida guardaba como oro en paño.
En aquellos años felices de iluminación y aprendizaje en la National Bank Note, Baldwin profundizó asimismo, y ya para siempre, su otra pasión ineludible: la fe. O quizá, y acaso por no dar sin más por descontada, no tanto la abnegación servicial y desinteresada, cuanto la credulidad ciega y sumisa, el joven artista bien pudo sufrir una angustia existencial de raíz, siquiera y acaso remotamente, similar al desasosiego insomne de Melville, quien como observó su amigo Hawthorne, ni cree, ni todavía menos está conforme con su incredulidad…
El 28 de septiembre de 1891, fallecía en Nueva York a los 72 años, sumido en el anonimato más lacerante, Herman Melville, el primer escritor de América. Durante esos años y en palabras de su biógrafo Andrew Delbanco, «Nueva York había alcanzado los tres millones de habitantes, ya circulaba el tráfico por el puente de Brooklyn, funcionaba el tren elevado de la Segunda Avenida, y la ciudad estaba poblada por tantos postes de telégrafos, teléfonos y electricidad, que los cables que quedaban colgando en las calles eran un peligro para la vida urbana».
A principios de ese mismo año de 1891, en una mañana cualquiera y por una calle sin importancia, un hombre tímido y discreto vaga absorto por las aceras de la gran ciudad. Es Marcus Baldwin, hoy reconocido como uno de los grandes artistas de la filatelia norteamericana y en esos días sólo, a punto de cumplir 38 años, un hombre aturdido y sin rumbo. Acababa de renunciar a sus responsabilidades directivas en Baldwin & Gleason, la empresa que él mismo, junto a su socio y amigo Thomas J. Gleason, había creado once años antes, cuando decidió dejar su puesto de grabador en la American Bank Note, entonces en plena expansión después de absorber a la compañía en la que el artista comenzó su carrera en 1869, la National Bank Note.
En realidad, cuando truncó de una vez y para siempre su discurrir empresarial en enero de 1891, al tiempo que inquieto y desconcertado, Baldwin se sentía no menos liberado y en cierto modo hasta feliz, o al menos esperanzado. Por decirlo de una manera muy precisa, más que el hombre Baldwin, siempre incólume al oropel, era el artista, ese yo impredecible, quien por fin recuperaba su propia y también radical fe. Y es que lo que en los comienzos prometía ser un espacio de libertad creadora y de razonable y modesta solvencia económica, con el tiempo se convirtió en una pequeña empresa de 25 empleados en la que, como es natural, el ímpetu comercial fue ahogando la sincera expresividad artística. Así, y durante los años anteriores, Baldwin & Gleason, que dio comienzo a su actividad centrándose en pequeños encargos privados en los que era posible y casi obligado el ingrediente puramente artístico, acabó dedicando gran parte de su actividad a los fines más comerciales, tales como fueron todo tipo de impresiones y objetos para las campañas políticas de la época. La empresa se especializó, incluso, en las impresiones en celuloide, llegando a patentar unas chapas publicitarias de solapa muy estrambóticas y clamorosas.
Así pues, los agobios trepidantes de los balances de empresa devolvieron a Baldwin a los espacios más amenos y misteriosos de la actividad artística, que enseguida y progresivamente lo acercarían, y ya para siempre, a la filatelia. Convencido, por fin, de la ineluctabilidad de su destino, Baldwin instaló un pequeño estudio en la casa de sus padres en Newark, a una distancia prudencial de Nueva York, y aun sin desligarse del todo de Baldwin & Gleason, sí que pudo ahora compaginar más tranquila y libremente sus dos grandes pasiones, el grabado y la fe, ya que, aunque durante su estancia en la National Bank Note había realizado algunas tallas para sellos fiscales privados y otros trabajos similares, todavía seguía sin rubricar ningún sello postal.
Durante estos años de la última década del siglo XIX, sin embargo y antes de viajar a Washington e incorporarse a la Oficina de impresión estatal (BEP), Marcus Baldwin grabó sus primeros sellos propiamente dichos, en 1892 y por encargo de la compañía Hamilton Bank Note. Dos años después, incluso, Baldwin grabó los valores mayores, también emitidos por El Salvador e impresos en la misma compañía, de una emisión dedicada a Colón, y de la que en esta entrada exponemos uno de los sellos más bellos.
Estas viñetas talladas para sellos de El Salvador, fueron el verdadero debut filatélico de Baldwin, más de veinte años después de haber decidido encaminarse por la senda inhóspita y ardua del grabado. Nacido el 31 de marzo de 1853 en Irvington, Nueva Jersey, Marcus Wickliffe Baldwin, con apenas 16 años, ingresó como aprendiz en la compañía National Bank Note, quedando durante sus primeros tiempos bajo el amparo y el magisterio exigentes de Alfred Jones, que lo trató con afecto de padre y a quien el joven artista guardó siempre una admiración y un cariño incondicionales. Tanto fue así, que treinta años después, en las ocasiones en que Baldwin se desplazaba de Washington a Nueva York por cualquier motivo familiar, no dudaba en acercarse a ver al viejo y querido maestro, entonces una leyenda viva del grabado y que falleció en 1900 en un desgraciado accidente de tráfico. En estas visitas puntuales, además de dar todavía algún consejo imprevisto y sabio a uno de sus mejores alumnos, Alfred Jones siempre terminaba por regalarle alguna prueba de sus grabados más recientes, que Baldwin recibía con una gratitud emocionada y que enseguida guardaba como oro en paño.
En aquellos años felices de iluminación y aprendizaje en la National Bank Note, Baldwin profundizó asimismo, y ya para siempre, su otra pasión ineludible: la fe. O quizá, y acaso por no dar sin más por descontada, no tanto la abnegación servicial y desinteresada, cuanto la credulidad ciega y sumisa, el joven artista bien pudo sufrir una angustia existencial de raíz, siquiera y acaso remotamente, similar al desasosiego insomne de Melville, quien como observó su amigo Hawthorne, ni cree, ni todavía menos está conforme con su incredulidad…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
2. Marcus Baldwin. La tentación feliz
En esos años de artista independiente, Marcus Baldwin distribuyó mayormente su tiempo entre los grabados que le encargaban, tales como los referidos de la Hamilton Bank Note Company y de los que en esta entrada exponemos otro de los sellos en los que cuajaron, y sus numerosas actividades dedicadas a la práctica concienzuda y rigurosa de sus creencias cristianas, sin olvidar los muchos ratos que reservaba para la intimidad familiar. Baldwin nunca se casó, y en este sentido, el mucho tiempo libre de que dispuso procuró dedicarlo a ejercer la bondad y la piedad con una modestia paciente y devota, y siempre revestidas de una generosidad franca y sin condiciones.
Pero, no obstante ser conocido entre sus amigos por su fe cristiana, si no inquebrantable, sí al menos obcecada, Baldwin tenía otro rasgo muy dominante: su talento con los buriles. Y esta cualidad no sólo era conocida muy bien por sus amigos, sino también, y más amplia y realmente, en el mundo del grabado en sí mismo, entonces y en aquella época, un ámbito en plena ebullición. Así que, y aparte de otras ofertas y encargos particulares, era cuestión de muy poco tiempo que la cada vez más poderosa e influyente Oficina de impresión federal, el Bureau of Engraving and Printing de Washington, consiguiera acaparar en exclusiva ese su talento particular y cotizado en unos años de gran competencia entre las diversas compañías de grabado.
Después de rechazar varias y suculentas ofertas del BEP, finalmente Baldwin cedió a la tentación de unas muy buenas condiciones de trabajo y, sobre todo y muy principalmente, de unas grandes expectativas artísticas, pues en ese momento la Oficina de Washington ya tenía la exclusividad para producir los circulantes federales más relevantes, es decir, los sellos y los billetes. A finales de 1896, Baldwin aceptó la enésima oferta del BEP y a principios de enero de 1897, ya estaba en Washington, presto y dispuesto, y de inmediato navegando en la superficie pulida de los aceros encomendados.
Durante los siguientes 23 años, Baldwin participó en la mayoría de todas las grandes emisiones postales de Estados Unidos, y grabó algunos de los que hoy son los sellos más emblemáticos de la filatelia norteamericana y universal. Aunque en las próximas entradas serán expuestos al detalle, avanzamos de palabra los tres más reconocidos: los dos más bellos sellos de la Trans-Mississippi Issue de 1898, el del toro en la nieve y el del caballo muerto, y el muy popular sello del Curtiss Jenny de 1918, famoso en el mundo entero por el error del centro invertido.
Pero no tenemos prisa, pues Baldwin merece no sólo admiración, sino también morosidad en la contemplación de su maravillosa producción filatélica, y es por eso que en esta segunda entrada, y aparte del sello reseñado de El Salvador (1894), mostramos dos grandes obras realizadas durante sus primeros meses en Washington. Especialmente significativa es su contribución al grabado para la tarjeta de acceso a la apertura solemne del mandato del nuevo presidente electo, William McKinley, celebraba el 4 de marzo de 1897. Baldwin grabó el Cupido de este pase impreso por el BEP, y también participó muy activamente en el grabado de la mayor parte del resto de la composición, excepto los retratos de McKinley y de su vicepresidente Garret Augustus Hobart, que fueron obra de George F. C. Smillie.
Para la última imagen con que cerramos esta entrada, es preciso que avancemos tres años y nos situemos en la llegada del nuevo siglo, pues es cuando Baldwin, en uno de sus mejores escarceos numismáticos, grabó una imagen que también hoy es muy popular y reconocible, la del bisonte Pablo para el billete de 10 dólares de 1901. Raymond Ostrander Smith fue el diseñador de este anverso del billete, a partir de una obra original de Charles R. Night en cuanto el bisonte, encargándose el quisquilloso George Frederick C. Smillie, a la sazón Jefe del departamento de grabado de imágenes del BEP, de grabar los retratos de Lewis y Clark.
Decimos el quisquilloso George F. C. Smillie, porque casi la primera noticia que Baldwin recibió a su llegada a Washington en enero de 1897, fue acerca de un episodio muy desagradable y que, al menos en aquellos instantes de expectación desconfiada, hasta le pudo parecer de mal agüero. Charles Schlecht, entonces en la cumbre, presentó un grabado a Smillie para su aprobación, y este no tuvo reparo alguno en sugerir al gran maestro algunos retoques indispensables. Schlecht se enfadó tanto, que le propuso a Smillie, si tan buen juicio creía tener, que hiciera él mismo esos retoques tan necesarios, y dicho esto, retornó a Nueva York y empezó de nuevo a grabar para la American Bank Note. Eran otros tiempos, aquellos en los que algunos artistas del buril no admitían que nadie osara discutir su maestría, así fuera no más que una discreta sugerencia de otro artista eminente…
En esos años de artista independiente, Marcus Baldwin distribuyó mayormente su tiempo entre los grabados que le encargaban, tales como los referidos de la Hamilton Bank Note Company y de los que en esta entrada exponemos otro de los sellos en los que cuajaron, y sus numerosas actividades dedicadas a la práctica concienzuda y rigurosa de sus creencias cristianas, sin olvidar los muchos ratos que reservaba para la intimidad familiar. Baldwin nunca se casó, y en este sentido, el mucho tiempo libre de que dispuso procuró dedicarlo a ejercer la bondad y la piedad con una modestia paciente y devota, y siempre revestidas de una generosidad franca y sin condiciones.
Pero, no obstante ser conocido entre sus amigos por su fe cristiana, si no inquebrantable, sí al menos obcecada, Baldwin tenía otro rasgo muy dominante: su talento con los buriles. Y esta cualidad no sólo era conocida muy bien por sus amigos, sino también, y más amplia y realmente, en el mundo del grabado en sí mismo, entonces y en aquella época, un ámbito en plena ebullición. Así que, y aparte de otras ofertas y encargos particulares, era cuestión de muy poco tiempo que la cada vez más poderosa e influyente Oficina de impresión federal, el Bureau of Engraving and Printing de Washington, consiguiera acaparar en exclusiva ese su talento particular y cotizado en unos años de gran competencia entre las diversas compañías de grabado.
Después de rechazar varias y suculentas ofertas del BEP, finalmente Baldwin cedió a la tentación de unas muy buenas condiciones de trabajo y, sobre todo y muy principalmente, de unas grandes expectativas artísticas, pues en ese momento la Oficina de Washington ya tenía la exclusividad para producir los circulantes federales más relevantes, es decir, los sellos y los billetes. A finales de 1896, Baldwin aceptó la enésima oferta del BEP y a principios de enero de 1897, ya estaba en Washington, presto y dispuesto, y de inmediato navegando en la superficie pulida de los aceros encomendados.
Durante los siguientes 23 años, Baldwin participó en la mayoría de todas las grandes emisiones postales de Estados Unidos, y grabó algunos de los que hoy son los sellos más emblemáticos de la filatelia norteamericana y universal. Aunque en las próximas entradas serán expuestos al detalle, avanzamos de palabra los tres más reconocidos: los dos más bellos sellos de la Trans-Mississippi Issue de 1898, el del toro en la nieve y el del caballo muerto, y el muy popular sello del Curtiss Jenny de 1918, famoso en el mundo entero por el error del centro invertido.
Pero no tenemos prisa, pues Baldwin merece no sólo admiración, sino también morosidad en la contemplación de su maravillosa producción filatélica, y es por eso que en esta segunda entrada, y aparte del sello reseñado de El Salvador (1894), mostramos dos grandes obras realizadas durante sus primeros meses en Washington. Especialmente significativa es su contribución al grabado para la tarjeta de acceso a la apertura solemne del mandato del nuevo presidente electo, William McKinley, celebraba el 4 de marzo de 1897. Baldwin grabó el Cupido de este pase impreso por el BEP, y también participó muy activamente en el grabado de la mayor parte del resto de la composición, excepto los retratos de McKinley y de su vicepresidente Garret Augustus Hobart, que fueron obra de George F. C. Smillie.
Para la última imagen con que cerramos esta entrada, es preciso que avancemos tres años y nos situemos en la llegada del nuevo siglo, pues es cuando Baldwin, en uno de sus mejores escarceos numismáticos, grabó una imagen que también hoy es muy popular y reconocible, la del bisonte Pablo para el billete de 10 dólares de 1901. Raymond Ostrander Smith fue el diseñador de este anverso del billete, a partir de una obra original de Charles R. Night en cuanto el bisonte, encargándose el quisquilloso George Frederick C. Smillie, a la sazón Jefe del departamento de grabado de imágenes del BEP, de grabar los retratos de Lewis y Clark.
Decimos el quisquilloso George F. C. Smillie, porque casi la primera noticia que Baldwin recibió a su llegada a Washington en enero de 1897, fue acerca de un episodio muy desagradable y que, al menos en aquellos instantes de expectación desconfiada, hasta le pudo parecer de mal agüero. Charles Schlecht, entonces en la cumbre, presentó un grabado a Smillie para su aprobación, y este no tuvo reparo alguno en sugerir al gran maestro algunos retoques indispensables. Schlecht se enfadó tanto, que le propuso a Smillie, si tan buen juicio creía tener, que hiciera él mismo esos retoques tan necesarios, y dicho esto, retornó a Nueva York y empezó de nuevo a grabar para la American Bank Note. Eran otros tiempos, aquellos en los que algunos artistas del buril no admitían que nadie osara discutir su maestría, así fuera no más que una discreta sugerencia de otro artista eminente…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
3. Marcus Baldwin. Exposición Trans-Mississippi en Omaha, 1898
Marcus Baldwin vivió sus mejores años en Washington, en la Oficina de grabado e impresión (BEP), tanto desde el punto vista personal, como en el ámbito estrictamente artístico.
En este último, además, el comienzo de su plenitud no se hizo de rogar, pues al año siguiente de llegar se encargó de grabar las viñetas de 5 de los 9 sellos de la emisión que celebró la Exposición Trans-Mississippi en Omaha. Esta serie la expusimos completa y al detalle hace muchas páginas y remitimos allí con este enlace (*), si bien ahora, y además de mostrar otra vez los cinco sellos de Baldwin, hemos de rectificar, precisamente, la autoría de uno de ellos, el del puente sobre el Mississippi (2 dólares), que entonces asignamos a George F. C. Smillie y que en realidad grabó aquél, aunque tampoco es del todo descartable que este último realizase algún retoque.
Rectificado este error de asignación, y sin volver a entrar en los pormenores de esta emisión mítica, sí que reiteramos los datos principales. El diseñador de la misma fue Raymond Ostrander Smith (1873-1933), mientras los grabadores fueron, aparte de Marcus Baldwin, que grabó el marco común y cinco de las viñetas (2, 5 y 10 centavos; 1 y 2 dólares); el mismo George F. C. Smillie (1, 4 y 50c) y Robert Ponickau (8c), encargándose de letras y números Douglas S. Ronaldson.
Apuntemos, empero, que Marcus Baldwin dejó casi terminado el grabado de otra de las viñetas de la emisión para el valor de 4 centavos, si bien finalmente hubo un cambio de última hora y el jefe Smillie terminó incidiendo un diseño diferente al primeramente previsto, que estaba inspirado en una obra de Frederic Remington (Cheyenne Warrior).
(*) Exposición de la emisión entera, con imágenes de las obras inspiradoras de los sellos: viewtopic.php?f=15&t=26879&p=403582&hil ... ll#p403582
Marcus Baldwin vivió sus mejores años en Washington, en la Oficina de grabado e impresión (BEP), tanto desde el punto vista personal, como en el ámbito estrictamente artístico.
En este último, además, el comienzo de su plenitud no se hizo de rogar, pues al año siguiente de llegar se encargó de grabar las viñetas de 5 de los 9 sellos de la emisión que celebró la Exposición Trans-Mississippi en Omaha. Esta serie la expusimos completa y al detalle hace muchas páginas y remitimos allí con este enlace (*), si bien ahora, y además de mostrar otra vez los cinco sellos de Baldwin, hemos de rectificar, precisamente, la autoría de uno de ellos, el del puente sobre el Mississippi (2 dólares), que entonces asignamos a George F. C. Smillie y que en realidad grabó aquél, aunque tampoco es del todo descartable que este último realizase algún retoque.
Rectificado este error de asignación, y sin volver a entrar en los pormenores de esta emisión mítica, sí que reiteramos los datos principales. El diseñador de la misma fue Raymond Ostrander Smith (1873-1933), mientras los grabadores fueron, aparte de Marcus Baldwin, que grabó el marco común y cinco de las viñetas (2, 5 y 10 centavos; 1 y 2 dólares); el mismo George F. C. Smillie (1, 4 y 50c) y Robert Ponickau (8c), encargándose de letras y números Douglas S. Ronaldson.
Apuntemos, empero, que Marcus Baldwin dejó casi terminado el grabado de otra de las viñetas de la emisión para el valor de 4 centavos, si bien finalmente hubo un cambio de última hora y el jefe Smillie terminó incidiendo un diseño diferente al primeramente previsto, que estaba inspirado en una obra de Frederic Remington (Cheyenne Warrior).
(*) Exposición de la emisión entera, con imágenes de las obras inspiradoras de los sellos: viewtopic.php?f=15&t=26879&p=403582&hil ... ll#p403582
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4. Marcus Baldwin. Su relación con George F. C. Smillie, maestro y jefe
Marcus Baldwin tuvo una gran relación con George F. C. Simillie (1854-1924), el artista de más talento de su generación, depositario de una excelsa tradición artística familiar, y autor de una obra ingente y casi inabarcable que hoy, como la de sus maestros Alfred Jones y su propio tío James Smillie, emerge imponente desde las mejores aguas del pasado.
Un solo episodio basta para ratificar este aprecio mutuo que se profesaban Smillie y Baldwin. A principios de 1913, Smillie, impelido por el director del BEP, Joseph E. Ralph, le pidió a Baldwin que se desplazase a Nueva York con ellos, a entrevistarse en persona con el artista Kenyon Cox. Este artista prestigioso estaba terminando el diseño de la viñeta para el billete inminente de 100 dólares, y ya se tenía noticia en el BEP de que Cox había creado un diseño que no seguía la línea de estilo reciente para este tipo de formalidades, y que pudiéramos considerar, siquiera a grandes rasgos, como de un clasicismo ostentoso, sino que más bien su inspiración estaba teñida de un insólito aire renacentista, muy suave y delicado, y hasta apremiada por una brisa de poesía tersa y serena.
Marcus Baldwin accedió a esta solicitud urgente de Smillie con el mayor de los agrados, sin tener en cuenta para nada que estaba a puno de iniciar un largo viaje por Europa, el segundo que hacía en su vida, y que debía de tener muchas gestiones que realizar y no pocos preparativos que ultimar. Smillie iba a grabar esa viñeta del reverso del billete, y quería tener una charla en la intimidad con Kenyon Cox, para no dejar ningún detalle al azar, y contar con las observaciones críticas del colega al que más estimaba. Baldwin, y pareciera que en justa correspondencia por su compromiso servicial, tuvo después el honor de grabar el retrato de Benjamin Franklin del anverso, para el que hizo uso de un grabado iniciado cuatro años antes y que había dejado sin terminar, a falta sólo de unos últimos retoques.
Ambos, Smillie y Baldwin, se entrevistaron con Kenyon Cox en Nueva York, y unos días después volvieron a Washington, ya con las ideas muy claras respecto al billete, que es el que exponemos tras estas palabras. Baldwin, por su parte, ya podía pensar tranquilamente en emprender su viaje rumbo al Mediterráneo, donde, después de pasar por el sur de España y de recorrer la costa occidental de África, por fin pudo cumplir su anhelo más deseado: pisar Tierra Santa…
Marcus Baldwin tuvo una gran relación con George F. C. Simillie (1854-1924), el artista de más talento de su generación, depositario de una excelsa tradición artística familiar, y autor de una obra ingente y casi inabarcable que hoy, como la de sus maestros Alfred Jones y su propio tío James Smillie, emerge imponente desde las mejores aguas del pasado.
Un solo episodio basta para ratificar este aprecio mutuo que se profesaban Smillie y Baldwin. A principios de 1913, Smillie, impelido por el director del BEP, Joseph E. Ralph, le pidió a Baldwin que se desplazase a Nueva York con ellos, a entrevistarse en persona con el artista Kenyon Cox. Este artista prestigioso estaba terminando el diseño de la viñeta para el billete inminente de 100 dólares, y ya se tenía noticia en el BEP de que Cox había creado un diseño que no seguía la línea de estilo reciente para este tipo de formalidades, y que pudiéramos considerar, siquiera a grandes rasgos, como de un clasicismo ostentoso, sino que más bien su inspiración estaba teñida de un insólito aire renacentista, muy suave y delicado, y hasta apremiada por una brisa de poesía tersa y serena.
Marcus Baldwin accedió a esta solicitud urgente de Smillie con el mayor de los agrados, sin tener en cuenta para nada que estaba a puno de iniciar un largo viaje por Europa, el segundo que hacía en su vida, y que debía de tener muchas gestiones que realizar y no pocos preparativos que ultimar. Smillie iba a grabar esa viñeta del reverso del billete, y quería tener una charla en la intimidad con Kenyon Cox, para no dejar ningún detalle al azar, y contar con las observaciones críticas del colega al que más estimaba. Baldwin, y pareciera que en justa correspondencia por su compromiso servicial, tuvo después el honor de grabar el retrato de Benjamin Franklin del anverso, para el que hizo uso de un grabado iniciado cuatro años antes y que había dejado sin terminar, a falta sólo de unos últimos retoques.
Ambos, Smillie y Baldwin, se entrevistaron con Kenyon Cox en Nueva York, y unos días después volvieron a Washington, ya con las ideas muy claras respecto al billete, que es el que exponemos tras estas palabras. Baldwin, por su parte, ya podía pensar tranquilamente en emprender su viaje rumbo al Mediterráneo, donde, después de pasar por el sur de España y de recorrer la costa occidental de África, por fin pudo cumplir su anhelo más deseado: pisar Tierra Santa…
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5. Marcus Baldwin. De la escritura y otras lecturas
En estos retazos biográficos sin orden de tiempo, retornamos a los primeros años de Marcus Baldwin en Washington, y exponemos ahora cinco sellos que grabó en 1899 para Cuba y que fueron confeccionados en el BEP.
Entre las razones principales que acabaron por convencer a Baldwin de dejar Nueva York y su casa familiar en Newark, quizá las más decisivas fueran las muy aceptables condiciones laborales que le prometieron las autoridades del Bureau de Washington. Baldwin pidió, no sólo poder trasladar de inmediato a sus padres a la capital federal, sino también disponer de unos cuantos días de tiempo libre cada año, sin excepciones, además de tener un horario diario y semanal aceptable, que le permitiese cumplir las obligaciones con su fe y también disfrutar de sus otras pasiones.
Entre estas últimas, y aparte de un tenaz sentido de la amistad, estaban la fotografía y la naturaleza. A los pocos años de llegar a Washington, y sintiéndose seguro en el Bureau, Baldwin se hizo construir una casa en Lake George, y cada vez que disponía de unos días libres, no dudaba en desplazarse a mi cabaña del lago y aspirar a pleno pulmón la vida sencilla y natural, en compañía de familiares y amigos, entre los que en muchas ocasiones estaban su primo Charles Chalmers y Robert Ponickau, ambos asimismo grabadores en el Bureau.
Estos asuetos tonificadores los alternaba Marcus Baldwin con sus actos de fe, que no sólo consistían en la práctica sacramental y en la pertenencia a algunas asociaciones cristianas, sino también en el ejercicio activo y personal de la benevolencia desprendida y piadosa.
Su salud física nunca fue vigorosa, pero esto no impidió a Baldwin realizar tres grandes viajes a lo largo de su vida, y todos ellos en el período de más de veinte años que estuvo en Washington. Dos de estos viajes largos fueron a Europa, y especialmente importante fue el iniciado en febrero de 1913, que le permitió recorrer la Tierra Santa que tan bien conocía de su lectura incesante y devota de los textos bíblicos.
En el camino de retorno de este segundo viaje a Europa, por cierto, Baldwin estuvo unos días de tránsito en Roma, donde, después de admirar la majestuosidad incomparable de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, se acercó al cementerio protestante de la vieja capital del Imperio. Baldwin no sólo fue un escritor prolífico con sus buriles, sino que también era un lector ávido y quería honrar la tumba de John Keats, en cuya lápida están escritas unas bellas palabras escogidas por el propio poeta como epitafio, Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua…
En estos retazos biográficos sin orden de tiempo, retornamos a los primeros años de Marcus Baldwin en Washington, y exponemos ahora cinco sellos que grabó en 1899 para Cuba y que fueron confeccionados en el BEP.
Entre las razones principales que acabaron por convencer a Baldwin de dejar Nueva York y su casa familiar en Newark, quizá las más decisivas fueran las muy aceptables condiciones laborales que le prometieron las autoridades del Bureau de Washington. Baldwin pidió, no sólo poder trasladar de inmediato a sus padres a la capital federal, sino también disponer de unos cuantos días de tiempo libre cada año, sin excepciones, además de tener un horario diario y semanal aceptable, que le permitiese cumplir las obligaciones con su fe y también disfrutar de sus otras pasiones.
Entre estas últimas, y aparte de un tenaz sentido de la amistad, estaban la fotografía y la naturaleza. A los pocos años de llegar a Washington, y sintiéndose seguro en el Bureau, Baldwin se hizo construir una casa en Lake George, y cada vez que disponía de unos días libres, no dudaba en desplazarse a mi cabaña del lago y aspirar a pleno pulmón la vida sencilla y natural, en compañía de familiares y amigos, entre los que en muchas ocasiones estaban su primo Charles Chalmers y Robert Ponickau, ambos asimismo grabadores en el Bureau.
Estos asuetos tonificadores los alternaba Marcus Baldwin con sus actos de fe, que no sólo consistían en la práctica sacramental y en la pertenencia a algunas asociaciones cristianas, sino también en el ejercicio activo y personal de la benevolencia desprendida y piadosa.
Su salud física nunca fue vigorosa, pero esto no impidió a Baldwin realizar tres grandes viajes a lo largo de su vida, y todos ellos en el período de más de veinte años que estuvo en Washington. Dos de estos viajes largos fueron a Europa, y especialmente importante fue el iniciado en febrero de 1913, que le permitió recorrer la Tierra Santa que tan bien conocía de su lectura incesante y devota de los textos bíblicos.
En el camino de retorno de este segundo viaje a Europa, por cierto, Baldwin estuvo unos días de tránsito en Roma, donde, después de admirar la majestuosidad incomparable de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, se acercó al cementerio protestante de la vieja capital del Imperio. Baldwin no sólo fue un escritor prolífico con sus buriles, sino que también era un lector ávido y quería honrar la tumba de John Keats, en cuya lápida están escritas unas bellas palabras escogidas por el propio poeta como epitafio, Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua…
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
6. Marcus Baldwin. Exposición Panamericana de 1901
Tres años después de la serie de la Exposición Trans-Mississippi, Marcus Baldwin grabó cinco de las seis viñetas de la siguiente emisión conmemorativa de Estados Unidos, la que celebraba la Exposición Panamericana de Buffalo, en el Estado de Nueva York.
Sin entrar en consideraciones sobre el carácter, en parte especulativo, así como en los aspectos de la impresión de esta serie bicolor, que dio lugar a tres diferentes marcos invertidos, el único sello cuya viñeta no grabó Baldwin fue el de 1 centavo (Barco de vapor City of Alpena), que fue incidido por George F. C. Smillie. Los marcos, de una contenida belleza barroca, los grabó Robert Ponickau, tallando las letras y las cifras Lyman F. Ellis.
El diseñador de la emisión, centrada en destacar algunos de los avances tecnológicos con los que daba comienzo el nuevo siglo, fue otra vez Raymond Ostrander Smith, que hacía unos años se había incorporado al Bureau y que apenas año y medio después, retornó a la American Bank Note. Ostrander Smith configuró unos marcos muy regulares y elegantes, inspirándose para la elección de las viñetas en fotografías e ilustraciones de la época.
Tres años después de la serie de la Exposición Trans-Mississippi, Marcus Baldwin grabó cinco de las seis viñetas de la siguiente emisión conmemorativa de Estados Unidos, la que celebraba la Exposición Panamericana de Buffalo, en el Estado de Nueva York.
Sin entrar en consideraciones sobre el carácter, en parte especulativo, así como en los aspectos de la impresión de esta serie bicolor, que dio lugar a tres diferentes marcos invertidos, el único sello cuya viñeta no grabó Baldwin fue el de 1 centavo (Barco de vapor City of Alpena), que fue incidido por George F. C. Smillie. Los marcos, de una contenida belleza barroca, los grabó Robert Ponickau, tallando las letras y las cifras Lyman F. Ellis.
El diseñador de la emisión, centrada en destacar algunos de los avances tecnológicos con los que daba comienzo el nuevo siglo, fue otra vez Raymond Ostrander Smith, que hacía unos años se había incorporado al Bureau y que apenas año y medio después, retornó a la American Bank Note. Ostrander Smith configuró unos marcos muy regulares y elegantes, inspirándose para la elección de las viñetas en fotografías e ilustraciones de la época.
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
7. Marcus Baldwin. Notario de sí mismo
Cuando Marcus Baldwin llegó al Bureau, Thomas Francis Morris era el jefe de la división de grabado desde 1893. Y enseguida, a pesar de que se conocían desde muy jóvenes, Morris se maravilló del buen talante de Baldwin, hasta el punto de maldecir su suerte porque no hubiera llegado mucho antes. Es probable que Morris estuviera pensando en la odisea que supuso la confección de los billetes educacionales de unos años antes, cuando este artista participó activamente en la fase de diseño entre una irritante sucesión de pequeños contratiempos.
Muy poco después de llegar Baldwin, Thomas F. Morris empezó a encontrarse mal y en unos pocos meses se le diagnosticó un tumor cerebral. Baldwin fue a verlo en la navidad de ese año al hospital de Nueva York donde estaba ingresado, y sólo unos días más tarde, ya en enero de 1898, fallecía Morris con apenas 45 años.
El hijo de Morris, Thomas F. Morris, habría de recordar muchos años después el apoyo que Baldwin le brindó a su padre en aquellos meses terribles, y escribió unas notas biográficas muy afectuosas y perspicaces, para las que además hizo uso de los diarios personales de Baldwin. Esta pequeña biografía de Morris hijo se publicó por capítulos en la prestigiosa revista filatélica The Essay Proof Journal, entre enero de 1953 y octubre de 1955, y hoy constituye la mejor y más acreditada fuente de información sobre el grabador.
Baldwin, según cuenta Morris hijo, dio comienzo a sus diarios en 1874, y hay entradas hasta finales de 1924, es decir, prácticamente hasta las últimas semanas de su vida, que acaeció sólo unos meses después. Desconocemos si en estos diarios, al menos en algún período, si no incluso en todos, Baldwin fue más introspectivo de lo que dan a entender los muchos fragmentos citados por Morris en su biografía, de los que sólo cabe deducir que el grabador apenas ejercía de notario de la vida propia. No obstante y respecto a su obra, son muy interesantes, por cuanto Baldwin va reseñando día a día cómo avanza en los grabados en curso y cuándo los termina.
Entre 1902 y 1903, Marcus Baldwin grabó los retratos de 5 los 14 sellos de la emisión que concibió Raymond Ostrander Smith, en su última y maravillosa serie diseñada para el BEP. También incidió Baldwin uno de los marcos, el del sello dedicado a Harrison. Todos los demás retratos los grabó George F. C. Smillie, aunque el de Garfield (1903) pudo ser finalizado por Baldwin. En el grabado de marcos, letras y cifras participaron Robert Ponickau, George U. Rose, Lyman F. Ellis y Edward Mitchell Weeks.
Cuando Marcus Baldwin llegó al Bureau, Thomas Francis Morris era el jefe de la división de grabado desde 1893. Y enseguida, a pesar de que se conocían desde muy jóvenes, Morris se maravilló del buen talante de Baldwin, hasta el punto de maldecir su suerte porque no hubiera llegado mucho antes. Es probable que Morris estuviera pensando en la odisea que supuso la confección de los billetes educacionales de unos años antes, cuando este artista participó activamente en la fase de diseño entre una irritante sucesión de pequeños contratiempos.
Muy poco después de llegar Baldwin, Thomas F. Morris empezó a encontrarse mal y en unos pocos meses se le diagnosticó un tumor cerebral. Baldwin fue a verlo en la navidad de ese año al hospital de Nueva York donde estaba ingresado, y sólo unos días más tarde, ya en enero de 1898, fallecía Morris con apenas 45 años.
El hijo de Morris, Thomas F. Morris, habría de recordar muchos años después el apoyo que Baldwin le brindó a su padre en aquellos meses terribles, y escribió unas notas biográficas muy afectuosas y perspicaces, para las que además hizo uso de los diarios personales de Baldwin. Esta pequeña biografía de Morris hijo se publicó por capítulos en la prestigiosa revista filatélica The Essay Proof Journal, entre enero de 1953 y octubre de 1955, y hoy constituye la mejor y más acreditada fuente de información sobre el grabador.
Baldwin, según cuenta Morris hijo, dio comienzo a sus diarios en 1874, y hay entradas hasta finales de 1924, es decir, prácticamente hasta las últimas semanas de su vida, que acaeció sólo unos meses después. Desconocemos si en estos diarios, al menos en algún período, si no incluso en todos, Baldwin fue más introspectivo de lo que dan a entender los muchos fragmentos citados por Morris en su biografía, de los que sólo cabe deducir que el grabador apenas ejercía de notario de la vida propia. No obstante y respecto a su obra, son muy interesantes, por cuanto Baldwin va reseñando día a día cómo avanza en los grabados en curso y cuándo los termina.
Entre 1902 y 1903, Marcus Baldwin grabó los retratos de 5 los 14 sellos de la emisión que concibió Raymond Ostrander Smith, en su última y maravillosa serie diseñada para el BEP. También incidió Baldwin uno de los marcos, el del sello dedicado a Harrison. Todos los demás retratos los grabó George F. C. Smillie, aunque el de Garfield (1903) pudo ser finalizado por Baldwin. En el grabado de marcos, letras y cifras participaron Robert Ponickau, George U. Rose, Lyman F. Ellis y Edward Mitchell Weeks.
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
8. Marcus Baldwin. Admiración por Abraham Lincoln
El mítico Presidente era la personalidad histórica nacional que más admiraba Marcus Baldwin, que lo grabó al menos en tres ocasiones muy especiales: en la serie de 1902-03, a partir del diseño almibarado y delicioso de Raymond Ostrander Smith; en 1909, coincidiendo con el centenario del nacimiento del gran hombre, también para un sello postal, en esta ocasión a partir de una escultura de bronce de Augustus Saint Gaudens, si bien el grabador utilizó para su talla una fotografía de una reproducción de yeso de la obra original; y por último, y tal vez fuera este el retrato del que más orgulloso se sintió, en 1916, dentro de la Serie de presidentes grabados a gran tamaño que venía realizando el BEP.
Para este último retrato, Baldwin empleó 68 días en su grabado, según hizo constar en su diario. Baldwin, además y tal y como cita detalladamente Thomas F. Morris hijo, anotó asimismo en su diario, con fecha de 16 de febrero de 1916, que fui a la Biblioteca del Congreso para ver algunas impresiones del Bureau en relación con el grabado de Lincoln. El Sr. Roberts me mostró algunas y me dijo que el señor Handy, sobrino de Mathew B. Brady, tenía el negativo original de una de las fotografías utilizadas por el Bureau. Esta fotografía original de Lincoln, según me dijo, fue tomada por Brady en 1864 para Seward, entonces Secretario de Estado, y también me explicó que el hijo de Lincoln, Robert, la consideró el mejor retrato de su padre. Luego fui a la National Gallery y pregunté sobre otro retrato de Lincoln que tenía mucho interés en estudiar a fondo.
Ese mismo año, Baldwin grabó otro extraordinario retrato de George Washington, de similar tamaño y finalidad, y que exponemos cerrando esta entrada.
Curiosamente, y aunque no era para nada costumbre ni entonces ni nunca, Baldwin firmó este grabado de Lincoln. Es posible, o al menos nos es grato imaginarlo así, que sus superiores inmediatos, viendo la emoción celosa con que el grabador cinceló este retrato durante tantas jornadas, le pidieran a Baldwin que lo firmase con su pluma acerada de artista discreto y entrañable…
El mítico Presidente era la personalidad histórica nacional que más admiraba Marcus Baldwin, que lo grabó al menos en tres ocasiones muy especiales: en la serie de 1902-03, a partir del diseño almibarado y delicioso de Raymond Ostrander Smith; en 1909, coincidiendo con el centenario del nacimiento del gran hombre, también para un sello postal, en esta ocasión a partir de una escultura de bronce de Augustus Saint Gaudens, si bien el grabador utilizó para su talla una fotografía de una reproducción de yeso de la obra original; y por último, y tal vez fuera este el retrato del que más orgulloso se sintió, en 1916, dentro de la Serie de presidentes grabados a gran tamaño que venía realizando el BEP.
Para este último retrato, Baldwin empleó 68 días en su grabado, según hizo constar en su diario. Baldwin, además y tal y como cita detalladamente Thomas F. Morris hijo, anotó asimismo en su diario, con fecha de 16 de febrero de 1916, que fui a la Biblioteca del Congreso para ver algunas impresiones del Bureau en relación con el grabado de Lincoln. El Sr. Roberts me mostró algunas y me dijo que el señor Handy, sobrino de Mathew B. Brady, tenía el negativo original de una de las fotografías utilizadas por el Bureau. Esta fotografía original de Lincoln, según me dijo, fue tomada por Brady en 1864 para Seward, entonces Secretario de Estado, y también me explicó que el hijo de Lincoln, Robert, la consideró el mejor retrato de su padre. Luego fui a la National Gallery y pregunté sobre otro retrato de Lincoln que tenía mucho interés en estudiar a fondo.
Ese mismo año, Baldwin grabó otro extraordinario retrato de George Washington, de similar tamaño y finalidad, y que exponemos cerrando esta entrada.
Curiosamente, y aunque no era para nada costumbre ni entonces ni nunca, Baldwin firmó este grabado de Lincoln. Es posible, o al menos nos es grato imaginarlo así, que sus superiores inmediatos, viendo la emoción celosa con que el grabador cinceló este retrato durante tantas jornadas, le pidieran a Baldwin que lo firmase con su pluma acerada de artista discreto y entrañable…
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9. Marcus Baldwin. Los perfiles de Franklin y Washington
En los años siguientes a la serie regular terminada en 1903, Marcus Baldwin acabó de asentarse en Washington, donde se rodeó de amigos y familiares cercanos. Entre estos últimos estaba su anciana madre, a quien Baldwin había trasladado a la capital tras la muerte de su padre en 1900 y que finalmente falleció en 1905.
Exponemos en esta entrada varios de los sellos que grabó Baldwin durante esos años de afirmación artística y madurez personal, todos diseñados por Clair Aubrey Huston, que había sustituido en el Bureau a Ostrander Smith en 1903 y que prácticamente diseñó la mayoría de sellos norteamericanos durante las dos décadas siguientes. Huston debutó diseñando la serie conmemorativa de la Exposición de Louisiana de 1904, de la que Baldwin grabó la viñeta de uno de los sellos, el de Robert R. Livingston que exponemos en primera instancia tras estas palabras. George F. C. Smillie grabó las viñetas de los otros cuatro sellos.
A mitad de 1908, y antes de emprender los grabados para los sellos básicos de Franklin y Washington, Baldwin realizó su primer viaje a Europa, concentrado principalmente en Inglaterra, donde estuvo con su viejo amigo William Ponickau, hermano de Robert. Después de partir de Londres, visitó parte de los Países Bajos y Francia.
Según anotó en su diario (*), Baldwin comenzó el grabado para el sello de Washington a finales de septiembre de 1908, a partir del diseño de Clair Aubrey Huston, y lo terminó en dos semanas, si bien no fueron estas de dedicación exclusiva, sino que hubo de por medio otros quehaceres en el Bureau. De inmediato afrontó el grabado del perfil de Franklin, también a partir del diseño de Huston, empleando una semana en concluirlo.
A finales de noviembre, empezaron a emitirse los primeros sellos de Washington y Franklin, que tendrían en los años sucesivos diversas versiones y valores, convirtiéndose en una de las emisiones básicas más populares y coleccionadas en el mundo entero. En 1911, Baldwin regrabó las tallas originales de finales de 1908 para los nuevos valores básicos emitidos un año después.
Un año antes de esos perfiles de Washington y Franklin, en 1907, Baldwin grabó la viñeta de uno de los sellos dedicados a la Exposición de Jamestown (1c, Capitán John Smith), aunque hay dudas de si participó también en el grabado del sello de Pocahontas (5c), que se atribuye a Smillie. La viñeta del otro sello (2c) la grabó Robert Ponickau, autor asimismo de todos los marcos de esta serie diseñada por Clair Aubrey Huston.
Durante el año de 1909, por otra parte, Baldwin grabó dos sellos conmemorativos más, el dedicado a la Exposición Alaska–Yukon–Pacific celebraba en Seattle y el que celebró el tercer centenario de la exploración de Henry Hudson por el río que lleva su nombre, ambos diseñados por Aubrey Huston. Cerramos la entrada exponiendo el primero de ellos.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Abril de 1954, Vol. 11, No.2
En los años siguientes a la serie regular terminada en 1903, Marcus Baldwin acabó de asentarse en Washington, donde se rodeó de amigos y familiares cercanos. Entre estos últimos estaba su anciana madre, a quien Baldwin había trasladado a la capital tras la muerte de su padre en 1900 y que finalmente falleció en 1905.
Exponemos en esta entrada varios de los sellos que grabó Baldwin durante esos años de afirmación artística y madurez personal, todos diseñados por Clair Aubrey Huston, que había sustituido en el Bureau a Ostrander Smith en 1903 y que prácticamente diseñó la mayoría de sellos norteamericanos durante las dos décadas siguientes. Huston debutó diseñando la serie conmemorativa de la Exposición de Louisiana de 1904, de la que Baldwin grabó la viñeta de uno de los sellos, el de Robert R. Livingston que exponemos en primera instancia tras estas palabras. George F. C. Smillie grabó las viñetas de los otros cuatro sellos.
A mitad de 1908, y antes de emprender los grabados para los sellos básicos de Franklin y Washington, Baldwin realizó su primer viaje a Europa, concentrado principalmente en Inglaterra, donde estuvo con su viejo amigo William Ponickau, hermano de Robert. Después de partir de Londres, visitó parte de los Países Bajos y Francia.
Según anotó en su diario (*), Baldwin comenzó el grabado para el sello de Washington a finales de septiembre de 1908, a partir del diseño de Clair Aubrey Huston, y lo terminó en dos semanas, si bien no fueron estas de dedicación exclusiva, sino que hubo de por medio otros quehaceres en el Bureau. De inmediato afrontó el grabado del perfil de Franklin, también a partir del diseño de Huston, empleando una semana en concluirlo.
A finales de noviembre, empezaron a emitirse los primeros sellos de Washington y Franklin, que tendrían en los años sucesivos diversas versiones y valores, convirtiéndose en una de las emisiones básicas más populares y coleccionadas en el mundo entero. En 1911, Baldwin regrabó las tallas originales de finales de 1908 para los nuevos valores básicos emitidos un año después.
Un año antes de esos perfiles de Washington y Franklin, en 1907, Baldwin grabó la viñeta de uno de los sellos dedicados a la Exposición de Jamestown (1c, Capitán John Smith), aunque hay dudas de si participó también en el grabado del sello de Pocahontas (5c), que se atribuye a Smillie. La viñeta del otro sello (2c) la grabó Robert Ponickau, autor asimismo de todos los marcos de esta serie diseñada por Clair Aubrey Huston.
Durante el año de 1909, por otra parte, Baldwin grabó dos sellos conmemorativos más, el dedicado a la Exposición Alaska–Yukon–Pacific celebraba en Seattle y el que celebró el tercer centenario de la exploración de Henry Hudson por el río que lleva su nombre, ambos diseñados por Aubrey Huston. Cerramos la entrada exponiendo el primero de ellos.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Abril de 1954, Vol. 11, No.2
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10. Marcus Baldwin. La felicidad aquí y ahora
Los últimos meses de 1912 y los primeros del año siguiente fueron especialmente intensos y felices para Baldwin, tanto en el aspecto personal como en el artístico y profesional, y no sólo por el viaje a Nueva York antes referido en enero, ni por el largo y esperado viaje al Mediterráneo iniciado en febrero de 1913.
Así, entre septiembre y finales de enero, Baldwin, aparte de grabar dos de las viñetas (2 y 10c) para la serie de 1913 que celebraba la próxima Exposición Universal de San Francisco de 1915, participó activamente en el grabado de al menos 5 de los 12 sellos pertenecientes a la bella emisión de los Parcel Post puesta en circulación ese año citado (1913).
La emisión fue diseñada por Clair Aubrey Huston, y en el grabado de la misma participaron varios grabadores. Baldwin grabó por entero tres de las viñetas (4c, 50c y 1$), y parcialmente otras dos, las de los sellos de 1 y 10 centavos, siendo estas últimas finalizadas, respectivamente, por John Eissler y su primo Charles Chalmers. Según los fragmentos de su diario citados por Thomas F. Morris en su biografía del artista (*), no hay constancia de que Baldwin participara en el grabado del sello de 2 centavos, pero conocidas las condiciones materiales de trabajo en la sección de grabado del Bureau, donde los artistas apenas estaban separados por una mampara como en una oficina corriente, tampoco es en absoluto descartable.
Prescindimos de mostrar los dos sellos de la Exposición de San Francisco referida, por ser la impresión de los mismos en exceso amazacotada y poco nítida, y ocupamos todos los espacios de la entrada para exponer los cinco sellos de los paquetes postales en los que participó como grabador Baldwin. Exquisitos.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Julio de 1954, Vol. 11, No.3
Los últimos meses de 1912 y los primeros del año siguiente fueron especialmente intensos y felices para Baldwin, tanto en el aspecto personal como en el artístico y profesional, y no sólo por el viaje a Nueva York antes referido en enero, ni por el largo y esperado viaje al Mediterráneo iniciado en febrero de 1913.
Así, entre septiembre y finales de enero, Baldwin, aparte de grabar dos de las viñetas (2 y 10c) para la serie de 1913 que celebraba la próxima Exposición Universal de San Francisco de 1915, participó activamente en el grabado de al menos 5 de los 12 sellos pertenecientes a la bella emisión de los Parcel Post puesta en circulación ese año citado (1913).
La emisión fue diseñada por Clair Aubrey Huston, y en el grabado de la misma participaron varios grabadores. Baldwin grabó por entero tres de las viñetas (4c, 50c y 1$), y parcialmente otras dos, las de los sellos de 1 y 10 centavos, siendo estas últimas finalizadas, respectivamente, por John Eissler y su primo Charles Chalmers. Según los fragmentos de su diario citados por Thomas F. Morris en su biografía del artista (*), no hay constancia de que Baldwin participara en el grabado del sello de 2 centavos, pero conocidas las condiciones materiales de trabajo en la sección de grabado del Bureau, donde los artistas apenas estaban separados por una mampara como en una oficina corriente, tampoco es en absoluto descartable.
Prescindimos de mostrar los dos sellos de la Exposición de San Francisco referida, por ser la impresión de los mismos en exceso amazacotada y poco nítida, y ocupamos todos los espacios de la entrada para exponer los cinco sellos de los paquetes postales en los que participó como grabador Baldwin. Exquisitos.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Julio de 1954, Vol. 11, No.3
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11. Marcus Baldwin. Fragor numismático
En abril de 1913, a la vuelta del viaje soñado a Tierra Santa, Baldwin se encontraba, a sus 60 años recién cumplidos, más radiante y feliz que nunca. Y sin obligaciones filatélicas importantes a la vista, el jefe Georg F. C. Simillie, con el que por cierto un par de años antes había invertido unos dólares en un negocio de máquinas de escribir que resultó ruinoso, le confió el grabado de los reversos de varios de los billetes de la nueva serie norteamericana prevista para el año siguiente.
Así que entre finales de 1913 y parte del año siguiente, Marcus Baldwin estuvo ocupado muy principalmente, tareas ordinarias del Bureau al margen, en estos grabados exigentes. Para al retrato de Franklin que comentamos en una entrada anterior, y que fue impreso en el billete de 100 dólares, Baldwin sólo tuvo que dar los retoques finales a un grabado que, como también entonces dijimos, estaba prácticamente finalizado en 1909.
Exponemos en esta entrada esos tres reversos cedidos por Smillie, con la curiosidad añadida de que para la viñeta de uno de ellos, el artista que la dispuso, Clair Aubrey Huston, se limitó a ampliar su diseño filatélico de 2012, como podemos ver en el sello con que precedemos esta parte trasera del billete de 10 dólares. Baldwin grabó las dos viñetas de este reverso, y Thomas F. Morris apunta en su biografía del grabador (*), que la fábrica de la derecha muy posiblemente estaba inspirada en una factoría de acero de Chicago donde 20 años antes estuvo trabajando Joseph E. Ralph, en ese momento director del BEP. Señala asimismo Morris, que Baldwin introdujo algunas modificaciones en el diseño de la escena de la agricultura, por considerarlo imprescindible para el efecto final del grabado, que, junto con el de la factoría, señala su biógrafo que realizó en 31 días, diez más de los que empleó para las viñetas del billete de 20 dólares. Estos datos son muy significativos, pues nos dejan muy clara la maestría absoluta que entonces había alcanzado Baldwin, y también su pasión febril, superados ya los sesenta años…
En su larga estancia en el Bureau, Baldwin participó alguna vez más en el grabado de viñetas y retratos para otros billetes, y no sólo en estos de ahora o en el ya reseñado del bisonte de 1901. Así, verbigracia, se le atribuye haber grabado en 1917 el retrato de Charles Arthur Conant (1861-1915) para un billete inminente de Filipinas.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Abril de 1955, Vol. 12, No.2
En abril de 1913, a la vuelta del viaje soñado a Tierra Santa, Baldwin se encontraba, a sus 60 años recién cumplidos, más radiante y feliz que nunca. Y sin obligaciones filatélicas importantes a la vista, el jefe Georg F. C. Simillie, con el que por cierto un par de años antes había invertido unos dólares en un negocio de máquinas de escribir que resultó ruinoso, le confió el grabado de los reversos de varios de los billetes de la nueva serie norteamericana prevista para el año siguiente.
Así que entre finales de 1913 y parte del año siguiente, Marcus Baldwin estuvo ocupado muy principalmente, tareas ordinarias del Bureau al margen, en estos grabados exigentes. Para al retrato de Franklin que comentamos en una entrada anterior, y que fue impreso en el billete de 100 dólares, Baldwin sólo tuvo que dar los retoques finales a un grabado que, como también entonces dijimos, estaba prácticamente finalizado en 1909.
Exponemos en esta entrada esos tres reversos cedidos por Smillie, con la curiosidad añadida de que para la viñeta de uno de ellos, el artista que la dispuso, Clair Aubrey Huston, se limitó a ampliar su diseño filatélico de 2012, como podemos ver en el sello con que precedemos esta parte trasera del billete de 10 dólares. Baldwin grabó las dos viñetas de este reverso, y Thomas F. Morris apunta en su biografía del grabador (*), que la fábrica de la derecha muy posiblemente estaba inspirada en una factoría de acero de Chicago donde 20 años antes estuvo trabajando Joseph E. Ralph, en ese momento director del BEP. Señala asimismo Morris, que Baldwin introdujo algunas modificaciones en el diseño de la escena de la agricultura, por considerarlo imprescindible para el efecto final del grabado, que, junto con el de la factoría, señala su biógrafo que realizó en 31 días, diez más de los que empleó para las viñetas del billete de 20 dólares. Estos datos son muy significativos, pues nos dejan muy clara la maestría absoluta que entonces había alcanzado Baldwin, y también su pasión febril, superados ya los sesenta años…
En su larga estancia en el Bureau, Baldwin participó alguna vez más en el grabado de viñetas y retratos para otros billetes, y no sólo en estos de ahora o en el ya reseñado del bisonte de 1901. Así, verbigracia, se le atribuye haber grabado en 1917 el retrato de Charles Arthur Conant (1861-1915) para un billete inminente de Filipinas.
(*) Marcus Wickliffe Baldwin, Bank Note Engraver, por T. F. Morris hijo. The Essay Proof Journal, Abril de 1955, Vol. 12, No.2
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Re: Los sellos más bonitos del mundo
12. Marcus Baldwin. Adiós a Washington
En la jubilación en 1920 de Marcus Baldwin del Bureau, influyeron varias circunstancias, entre las que la edad, 67 años recién cumplidos, no fue ni mucho menos la más determinante. Mucho más decisivas fueron estas dos fatalidades: la llegada de un director nuevo al BEP en octubre de 1917 y las secuelas económicas de la participación final de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, que posteriormente intensificaron las justas reclamaciones de Baldwin y que acabaron de precipitar un retiro que, por lo demás, el artista aceptó con elegancia y gratitud. Prueba de esto último es que, durante los meses siguientes que permaneció en Washington, Baldwin realizó algún grabado más a título privado para el Bureau, que pagó el encargo convenientemente.
Antes de esa salida de la Oficina, Baldwin todavía pudo grabar dos sellos más para Estados Unidos, uno de ellos convertido hoy casi en el símbolo del coleccionismo filatélico, el Curtiss Jenny de 1918, y con toda seguridad el sello más famoso del mundo junto al Penique Negro de 1840. El sello fue diseñado por Clair Aubrey Huston e impreso en tres valores, uno de ellos el bicolor cuyo error de centro invertido es el sueño prohibido de cualquier filatélico.
Completamos esta entrada con otros grabados realizados por Baldwin durante esos años de inquietud sofocante, en los que por otra parte el grabador lo dio todo de sí, echando horas extras cuando fue necesario para cumplir con las disposiciones adicionales de la Guerra. George F. C. Smillie también fue amablemente jubilado, al igual que Baldwin, pero ambos estarían enseguida en Nueva York, y otra vez entusiasmados y felices con los buriles entre las manos. Robert Savage, inteligente y agradecido, estaba al acecho…
En la jubilación en 1920 de Marcus Baldwin del Bureau, influyeron varias circunstancias, entre las que la edad, 67 años recién cumplidos, no fue ni mucho menos la más determinante. Mucho más decisivas fueron estas dos fatalidades: la llegada de un director nuevo al BEP en octubre de 1917 y las secuelas económicas de la participación final de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, que posteriormente intensificaron las justas reclamaciones de Baldwin y que acabaron de precipitar un retiro que, por lo demás, el artista aceptó con elegancia y gratitud. Prueba de esto último es que, durante los meses siguientes que permaneció en Washington, Baldwin realizó algún grabado más a título privado para el Bureau, que pagó el encargo convenientemente.
Antes de esa salida de la Oficina, Baldwin todavía pudo grabar dos sellos más para Estados Unidos, uno de ellos convertido hoy casi en el símbolo del coleccionismo filatélico, el Curtiss Jenny de 1918, y con toda seguridad el sello más famoso del mundo junto al Penique Negro de 1840. El sello fue diseñado por Clair Aubrey Huston e impreso en tres valores, uno de ellos el bicolor cuyo error de centro invertido es el sueño prohibido de cualquier filatélico.
Completamos esta entrada con otros grabados realizados por Baldwin durante esos años de inquietud sofocante, en los que por otra parte el grabador lo dio todo de sí, echando horas extras cuando fue necesario para cumplir con las disposiciones adicionales de la Guerra. George F. C. Smillie también fue amablemente jubilado, al igual que Baldwin, pero ambos estarían enseguida en Nueva York, y otra vez entusiasmados y felices con los buriles entre las manos. Robert Savage, inteligente y agradecido, estaba al acecho…
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